viernes, 2 de abril de 2010

Haciendo dedo rumbo al sur hasta la Península de Valdés.

Mar del Plata - Puerto Madryn - 1.100km (Total 11.900km)


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Tras la experiencia marplatense sentí como si, justo al despedirme de Juan y Vale, comenzara realmente mi viaje. Tras un par de semanas donde prácticamente me habían enseñado todos los sitios que visité, por fin me enfrentaba yo solo al reto de viajar por el continente. Yo ante la inabarcable carretera. Yo ante el imprevisto y variable destino. La sonrisa permaneció dibujando mis facciones, caracterizando mi expresión, solo que ahora también estaba asentada en el orgullo naciente al comenzar a descubrir por mi propia cuenta lo que estaba, y sigue estando, por venir.

Los chicos me acercaron hasta la salida de la ciudad por la ruta que va rumbo al sur. Tras la calurosa despedida y la perpejlidad de Vale acompañada por la expresión: "Hugo, ¡estás loooooco1", quedé solo.

Ya me habían avisado de que, hace dos años, reforzaron una ley existente que impide a los camioneros recoger a cualquier autoestopista, de hecho no pueden siquiera ir acompañados, con lo que mis opciones se reducían.

Parado en el arcén, con mi brazo derecho totalmente estirado y con mi gordo dedo en su extremo apuntando al sur, fueron pasando los minutos, autos y camiones.

Tan solo media hora después una semicaravana paró. Arthur, un suizo que lleva casi un año viajando, se apuraba en sacar sus pertenencias del sillón de copiloto para dejarme hueco.

- "Are you from Switzerland?. Don't worry, I speak english. Thanks a lot!"

- "You're welcome, but I'm learning spanish. Talk me in your language, please. Yo ha-blo po-qui-to es-pa-ñol"

Y así comenzó la conversación que, con la lentitud y separación de palabras que un aprendiz necesita, mantuvimos durante los siguientes centenares de kilómetros.

Arthur, desde hace unos diez meses, dejó atrás su trabajo y vida holgada en Basilea para coger su caravana y conocer el mundo y sus carreteras. Grecia, Turquía, Irak, Irán, Siria...vuelta a Europa, puerto de Hamburgo, caravana embarcada y...Buenos Aires. Su idea es similar a la mía, es decir, llegar a Alaska el año que viene.

Lo más sorprendente de Arthur es que ha tomado la decisión ahora, en este momento de su vida. Cuando, en mi caso, decidí que me debía "subir al tren que pasaba" para cumplir este sueño, me ayudaba a decidirme la edad que tengo. Quien sabe si volvería a tener la opción de agarrar ese mismo tren, quien sabe si volvería a pasar.

Artur tiene entre 45 y 50 años.

De mirada afable y serena, sonreía cuando le aseguraba que justo lo que él estaba realizando es el sueño de muchísimas personas, especialmente a su edad.

- "Tienes que estar muy contento, Arthur. ¿Sabes cuánta gente desearía poder hacer esto?"

Él solo sonreía.


Poco antes de caer la noche, muchas horas y kilómetros después, Arthur decidió quedarse a pasar la noche en Tres Arroyos. Yo decidí arriesgar y ver si algún otro autoestopista se solidarizaba con mi mochila y mi dedo.

Tras una hora de espera, la noche comenzó a caer sobre el pueblo, así que pensé que lo mejor era probar suerte al día siguiente. Tras encontrar pensión barata y ser hospedado por un personaje de lo más particular, me eché a dormir durante...¡quince gratificantes horas!.

Aún recuerdo al dueño de la pensión y su inmediata predisposición, como tantos de sus paisanos, a que el primer tema de conversación sobre la Argentina sea de su desastrosa situación política. Afirmaba que la corrupción es tan clara y manifiesta que uno, con que tenga un par de contactos "bien posicionados", puede comprobar como es la cocaína y el incontable dinero negro que genera quien realmente controla lo que en este país se mueve. Sin dudarlo defendía que Macri, político-empresario y presidente de Boca Juniors, en otras palabras, un aspirante a Berlusconi, maneja la coca con que se trafica en la mitad sur del país, mientras que Ménem, ¡todavía Ménem!, hace lo mismo en la mitad norte.

También hablaba con pesar de la pérdida de valores de la juventud:

-"Vos podés consumir merca pero saber cuáles son tus responsabilidades, ché. Los pibes de hoy solo toman merca, nada más, ché. Los pibes acaban a balazos a la salida de cualquier boliche..."

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A la mañana siguiente me puse en ruta de nuevo. Esta vez solo necesité quince minutos para que una furgoneta me parase. Un viejete con aspecto de haber sido muy travieso se esforzaba, tal y como el día anterior lo hiciese Arthur, en limpiar el asiento de celulares, lentes, mate, termo, bolsas y demás objetos que poblaban mi futuro asiento. Desde que nos miramos le mostré mi gratitud total mientras observaba como sus ojos, envueltos en un rojo sangre, impedían disimular que llevaba muchas horas sin dormir.

-"Subí, subí. Disculpá por el desorden".

- "No, por favor, muchísimas gracias".

- "Mirá que no suelo subir a nadie, pero uno...viste, tiene cierto ojo..."

- "¡Entonces doblemente agradecido!".


Quique tiene 67 años y ha sido camionero toda su vida. Mientras me confirmaba los cerca de mil kilómetros que había recorrido sin parar y que le habían impedido dormir en toda la noche con la sola compañía de un buen resfriado, y tras denegar con una sonrisa mi ofrecimiento a manejar yo el auto, comenzamos un nuevo tramo de ruta que me llevaría otros centenares de kilómetros más al sur.

Quique me pareció una persona entrañable, cargado de sincera amabilidad, y con un pasado de trabajador incansable por un lado, y vividor cada vez que pudo por otro. Trabajó para su familia, para sus hijos, pasando interminables días y semanas en la carretera, lejos de los que le impulsaban a mantener la necesidad de ese laburo, pero con ellos en la cabeza y el corazón. Pero Quique también ha sabido disfrutar de los pequeños placeres de la vida, y no se reprimió cuando la oportunidad de disfrutar surgía. Hoy tampoco lo hace. ¡Grande Quique!

Recuerdo particularmente un momento en el que, por similitud, lo asocié con mi padre. Su mujer lo llamó al celular, y tras horas de conversación conmigo, varió ostensiblemente el tono de su voz, forzándola hasta el punto de simular perfectamente un resfrío mucho más grave del que realmente tenía. No se dio cuenta, pero mi sonrisa fue muy amplia, además lo comprendía. Los hombres somos así de débiles.

Quique, espero que puedas leer esto para recibir de nuevo mi gratitud por haber decidido subirme y aprender de tí. Me arrepiento de no haberte hecho una foto para mostrarte acá, pero igualmente: ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS!

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Tras hacer una parada de un par de horas para satisfacer las necesidades sólidas de mi estómago, me dirigí de nuevo al arcén de la ruta para mostrar mi esperanzado dedo. Tras una hora fue un camión quien, para mi sorpresa, paró. Sin embargo:

- "¿Eh? Espera...pero...si va lleno. En la cabina van cuatro personas. ¿Para por mí? ¡Bah!, voy y pregunto."

- "¡Dale, ché! ¿Que hacés ahí parado? ¡Subí atrás!".

Rápidamente caminé hasta la parte trasera y de un salto subí. Cuando solté la mochila y miré alrededor no me lo creía: estaba en la parte de atrás de un camión pero...¡rodeado de cerveza! Entre cajas de Brahma y Quilmes tengo este gracioso video donde se observa la felicidad que llevaba:



Varios kilómetros después, y tras comprobar como el respeto superó la tentación del hurto, me bajé de nuevo para continuar el periplo.

Así permanecí a la espera de que alguien se apiadese de nuevo de mi ausencia de auto. Sin embargo las horas se fueron sucediendo inexorablemente, y cuando su sucesión llegó al número tres, de nuevo la noche caía sobre mí. Fue entonces cuando decidí que, desde la población más cercana, Bahía Blanca, agarraría un ómnibus para pasar la noche en ruta y ya llegar a mi siguiente destino sin preocuparme por las idas y venidas del autoestopista.

De esta forma llegué, muchas horas después, a Puerto Madryn, a las puertas de la Península de Valdés.



4 comentarios:

  1. Muchacho!! miré fotos en internet,precioso Pto.Madryn y Península Valdés.Ahí no te libras de ver orcas en el Golfo Nuevo. Tío, tienes que estar disfrutando como un petudo,recreándote la vista mires donde mires. Ahora aprecio aún más a los argentinos por lo bien que te están tratando.Geniales Quique y Arthur ¡¡Que tiemble la tierra de los Tehuelches, que ahí va un Guanche con ansias de descubrirla!!.Besitos Hugo y ¡¡cuidate mucho!!.Sonia.

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  2. ¡Sonia!
    Te vas a convertir en mi fan nº1...kajkjakajka
    De los tehuelches quedó en Península de Valdés lo mismo que de guanches en Canarias....
    mmmmmua

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  3. Aunque ya haya pasado tiempo desde que publicaste esta entrada es ahora cuando te estoy leyendo y ¡me encanta! Pero aprovecho para hacerte una pregunta. Comentaste que Quique "limpió el asiento de celulares, lentes, mate, termo, bolsas y demás objetos"... ¿qué hay de la especial relación con el mate? ¿Has podido disfrutar del ritual de compartir el mate? ¿Llevan la bombilla para todos lados?

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  4. Niña, casi te diría que no se puede entender la idiosincrasia de las relaciones sociales argentinas sin la presencia del mate. Yo es lo primero que hago al levantarme, jeje.
    La bombilla es el tubito de metal donde se absorve la hierba ya mezclada con agua (algunos le echan azúcar). El mate, propiamente dicho, vendría a ser el recipiente donde mete todo (hierba, agua y bombilla). El ritual ya me ha enganchado, pero te aseguro que necesité años y numerosas "catas" para adaptarme a su particular sabor. Hoy me encanta.
    En Uruguay, por lo visto, la "adicción" es mucho peor. ¡Hasta en las motos llevan el termo con agua caliente para vertirla en el mate...mientras conducen!...jajajaja

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