viernes, 26 de marzo de 2010

Mar del Plata. Celebraciones cumpleañeras en la ciudad del veraneo argento.

Buenos Aires - Mar del Plata - 400km (Total 10.800km)


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Dejando atrás Buenos Aires agarré un tren rumbo a Mar del Plata. Tras cinco horas de paisajes en donde las extensas llanuras de La Pampa hacían inabarcable la línea del horizonte, llegué a mi destino.



Allí, en la estación de tren, ya me esperaban Juan y Vale. Nuestros rostros expresaban una perfecta combinación de sonrisas y perpejlidad. Siendo perfectamente conscientes de la inminencia del encuentro, me parecía surreal verles allí, en Argentina, en la tierra de Juan, en Mar del Plata. La enorme energía de Valentina, su eterna sonrisa y el deseo por vernos, la hizo adelantar unos pasos para ser ella quien primero me abrazase entre carcajadas, dejando a Juan, siempre más sereno, para el segundo lugar. Vaya abrazos más efusivos que nos dimos, y es que la situación lo requería.

Si en mi primera parada tuve la suerte de hospedarme donde lo hice, en Mar del Plata se re-colmaron las expectativas. La casa donde Juan y su familia vivió tantos años fue ampliada hace un tiempo para ser lo que es hoy. Un semi-chalet de dos pisos con un jardín enorme. En España esto sería un pedazo de lujo al alcance de unos pocos, pero aquí, a base de sudor, esta familia consiguió levantar su hogar tras años de construcción.

Ahora allí vive el hermano de Juan, Marcos, junto a su novia Poti. A la visita de Juan también se unió Rita, su madre, que desde Miami voló al encuentro de su tierra, de su casa, y de sus hijos. Desde la lejanía en que nos hallábamos Vale y yo respecto a su situación familiar, pude observar lo que sucede en otras tantas familias tras largas ausencias de convivencia. Entre calentones y peleas, y entre reconciliaciones inevitables, la familia volvió a encontrarse a si misma y a la necesidad que tienen los unos de los otros. Que difícil es a veces acercarnos a los que más queremos, y qué fácil se presenta cuando dejamos atrás los evitables problemas que nos permiten hacerlo.

Sin embargo, el agradecimiento aquí también es total y sincero. A pesar de ocupar el salón con mis ronquidos en mis largos sueños diurnos, nunca sentí que fuese una molestia. Aquí, como en Buenos Aires, me acogieron con todo el cariño incluso a pesar de que Rita trataba de hincharme las pelotas con insistencia. La verdad es que nos reimos muchísimo. Finalmente a esto último se puede reducir casi todo...

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Mar del Plata. Esta región costera plagada de extensas playas vivió un auge importantísimo cuando, con la consolidación del peronismo, los argentinos en general y los porteños en particular pudieron por vez primera disfrutar de cuatro semanas de vacaciones al año. Al tiempo que surgía esta merecida opción de descanso también se incentivaba Mar del Plata como destino ideal para satisfacer la necesidad de relax costero tras un año de laburo.

En la Argentina de aquella época, la figura de Evita invadía todas las esferas sociales exaltando su figura hasta límites inimaginables. En mi primera parada porteña pude comprender y observar directamente estos límites gracias a la madre de Douglas, profesora infantil desde hace mucho tiempo y bibliotecaria por devoción. Centenares de libros perfectamente clasificados se ordenan en su vasta biblioteca de la fábrica, justo en una habitación contigua a otra biblioteca, ésta infantil, donde el colorido y los juguetes terminan de decorar la estancia. Con ella pude leer libros de la década de los cincuenta, ilustrados y destinados a la más tierna infancia y en donde, rayando la irracionalidad, se comparaba el valor de la familia, la importancia de la cercanía de papá y mamá, con la importancia de que el orden y el reparto lo mantuviese Eva Perón. Los poemas que se elaboraban para los nuevos aprendices lectores parecen, en verdad, un adoctrinamiento sobre la necesidad del peronismo encarnada en la misma Eva, la omnipresente Evita. Se podría decir que su figura también penetraba en las casas a través de la imaginación de los niños.





Volviendo a Mardel, no creo que sea una coincidencia el hecho de que su desarrollo turístico vaya a la par que el auge mundial del turismo orientado hacia el mar, en donde sol y playa se fundieron para crear este hoy gigante sector de la economía global.



Como nuevo visitante y con el mejor de los guías, Juan nos llevó a una calita alejada del cemento de la ciudad para darme el primer baño de mi vida en el mismo océano de siempre pero al otro lado del charco. Para mi sorpresa el mar no estaba tan increíblemente frío como pensaba, ¡pero es que los canarios también estamos rodeados del mismo océano!. Lo único que me causó cierta molestia es volver a usar un bañador en la playa después de tantos años... Sin ambargo, ¡la compañía era inmejorable!




Una visita al puerto y su penetrante hedor nos llevó hasta un lugar de los más curioso. Una colonia de leones o lobos marinos se halla en un costado del mismo puerto. Hace un tiempo los pescadores ponían un alambre alrededor del cuello de las crías. Su objetivo era evitar que se convirtieran en adultos, edad en la que no solo consumían, por ese curioso instinto de supervivencia animal, numerosos peces que no solo les alimentaba sino que además impedía que los trabajadores del mar lograsen más pesca de la que obtenían. Los leones/lobos no podían crecer. Al desarrollar su tamaño morían ahorcados a causa del alambre en un homicidio cruel a largo plazo. Era otra forma de evitar que con sus embestidas rompiesen el casco de las barcazas.

Entonces fue la Municipalidad, lo que en España llamamos Ayuntamiento, quien decidió otorgarles un lugar en el mismo puerto donde pudieran comer y desarrollarse sin molestar ni ser asesinados. La mezcla de animales acuáticos salvajes y la mega industria portuaria se mezclan en un paisaje que choca con todos los sentidos.



Con l@s chic@s hicimos un poco el payaso para variar...:



Siguiendo puerto adentro, otra visión nos dejó perplejos. Un auténtico cementerio de buques antiquísimos totalmente corroídos por el óxido, dibujan un paisaje que, acompañado del anochecer que nos comenzaba a invadir, nos sorprendió totalmente. Esos barcos semi-derruidos parecen que están a punto de pedir clemencia y una muerte digna a su inexistente propietario. Permanecen expuestos al constante deterioro y al inexorable suceder los años, alargando inútilmente una vida que hace tiempo dejó de existir y que hoy solo recuerda a un dibujo macabro de los guinostas de Mad Max, versión marítima.




Ya al final del puerto, llegamos hasta un semi-mirador donde, vista atrás, se puede observar toda la ciudad. Ahí fue donde el foco de mi cámara me volvió a sorprender con su obertura:


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Y llegó el día de mi 32 cumplaños. Tratando de superar la constante molestia de las 25 picaduras que invadían mis piernas por una misteriosa pulga nunca hallada y que creí haber portado en algún lugar de mi mochila desde Buenos Aires, decidimos que la celebración tenía que consistir en hacer un asado, como es lógico, y tal y como mandan los cánones argentos. Sin embargo el día llegó con oscuras nubes acompañadas de constante lluvia, así que el asado al aire libre lo pospusimos para otra ocasión y decidimos ir a un restaurante a comer...¡un asado!. Allí nos juntamos unos cuantos de los amigos de Juan de toda la vida, entre litros de cerveza, vino, vacíos, chinchulines, tiras de asado... Fue una rápida y divertidísima borrachera justo con quienes, la misma noche, continuamos la joda hasta que nuestros estimulantes lo permitieron.



La gran sorpresa me la improvisó Juan: justo cuando, para fumar, salía del bar donde celebraban San Patricio al más puro estilo irlandés, se preparó todo. Al volver a entrar, una camarera llevaba un helado con una velita encendida mientras el bar entero cantaba: "que los cumpla feliz, que los cumpla feliz...". Creo que me puse rojo de la vergüenza que sentí. Entre la sorpresa y la borrachera no paré de reirme mientras le reiteraba a Juan lo cabrón que era al tiempo que todo el bar me cantaba la canción hasta el final. Las risas fueron a más cuando me dijeron que en verdad pensaban que me hallaba en el baño en lugar de afuera. La camarera había ido con el "pastel de cumpleaños" en mano a esperarme a la puerta de los "caballeros" mientras el bar empezaba a entonar la canción que luego tuvieron que repetir. Todavía lo recuerdo entre carcajadas.



Gracias Fede, Mati, Juan, Vale y compañía por tanta buena onda.

Para rematar la visita, ya el último día, domingo, y con el sol protagonizando el clima celeste, nos comimos, en familia, el deseado asado.




Casi que prefiero no comentar nada y que las fotos hablen por sí solas. Riquísima la combinación de carne y Fernet. Re-argento, ¡ché!.




La semana en Mar del Plata me ha servido para conocer el lugar de origen de un gran amigo. Los altibajos de las amistades van y vienen caprichosamente, pero si existe la esencia es difícil que tal amistad desaparezca en el mundo del olvido. Te quiero, ché.


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Siguiente entrada: Aventuras del autoestopista y la llegada y estancia en la Península de Valdés...

jueves, 18 de marzo de 2010

Buenos Aires (2). Fin de la primera parada.

Ahora que ya he partido de esta increíble ciudad, puedo concluir una gran verdad: nada, prácticamente nada, ha impedido que la palabra "perfecto" sea la que defina estos días en donde los porteños me han acogido tan calurosamente.
En mis barceloneses años tuve la suerte de conocer a much@s argentin@s, con sus encantos y sus contradicciones. Allí comencé a darme cuenta de las similitudes que existen con la forma de ser de los canarios. Ambos, argentin@s y canari@s, nos caracterizamos por un trato muy cercano desde el primer momento. Salvando las obvias e inevitables excepciones, nuestro carácter se asemeja, en parte, en el rápido derribo de las absurdas barreras que a veces nos impiden llegar con prontitud al interior de las personas que acabamos de conocer. Ese rasgo de la gente de acá ha posibilitado que, junto a tod@s los nuevos amig@s que he hecho, me haya sentido como si no estuviese tan lejos de mi tierra; como si, salvo por lo que mis ojos exploraban, no me hallara descubriendo un lugar nuevo con su nueva gente.
Me llevo un recuerdo enorme de estos porteños cargados de buenas vibraciones y cordialidad, pero estoy empezando por el final...

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Paseando con Douglas por los puntos clave de la ciudad, hubo un día en el que, irremediablemente, terminamos en el inconfundible barrio de La Boca. Si eres turista y llevas cámara de fotos, esta parada es obligatoria. Este viejo barrio otrora erguido por marineros y pescadores que construyeron sus casas en las inmediaciones del puerto, y culminado por el romántico estadio La Bombonera, hoy se ha convertido en un puro souvenir. En una sola cuadra encuentras tantas casas multicolores como restaurantes y tiendas enfocadas al turista. Grandes figuras que recuerdan en parte a los ninots valencianos, estos dias en festivo proceso fallero de cremación, se asoman a sus pintorescos balcones siendo los símbolos nacionales los iconos más repetidos: Gardel, Evita y Diego, siempre Diego...





Sin embargo, y como sucede cada vez que se me presenta la oportunidad, procuro reafirmarme en no ser el clásico turista, así que solo me quedó repetir: "No tengo hambre, gracias". "No tengo sed, gracias". "No quiero comprar nada, gracias". "Muy lindo el tango que se baila, pero no voy a sentarme. Gracias". "Douglas, tu menos, ¿no?"

Todo el colorido de Caminito es tan bello como artificial. En esas casas ya casi ni vive gente, y lo que hace algun tiempo fue un barrio obrero hoy se ha reconvertido en reclamo turístico para el visitante, y en una forma de buscarse la vida para el local.

Especialmente impotente me sentí cuando traté de entrar a la cancha de Boca. Uno de los guardas me dijo que era imposible acceder al interior ya que justo en ese momento desalojaban a todos los turistas porque...¡¡¡había un simulacro de incendio!!!.
-Ché, loco, ¿vos sabés de donde vengo?, pelotudo de mierrrrda, dejate de joder, ché....¡Me cago en la re-concha de tu hermana!
Perdón, pero fue mi pensamiento inmediato consecuencia del rápido proceso de adaptación al que me he sometido).




Asi que me quede sin visionar las entrañas de tan mítica edificacion, símbolo del Buenos Aires que respira fútbol por todos sus poros. El estadio de La Bombonera quizás sea el más colorido, el más internacional, el que pertenece al club más seguido de estos lares, pero hay muchísimos más equipos en esta capital, con sus míticas barras que no paran de cantar desde horas antes del partido y hasta que éste finaliza (a veces hasta mucho tiempo después).

Aunque el fútbol y los estadios no entraban dentro de mis prioridades, surgió la opción de ir a ver un partido del archienemigo de los arriba mencionados: Pablo, un nuevo amigo, me ofreció acompañarle a un River-Huracan en el estadio Monumental, invitación que obviamente acepté gustoso. Sin embargo, se ve que he de desvincular mi aprecio por este deporte a poder disfrutarlo en esta ciudad. Justo el día del partido a Pablo se le vino mucho laburo inesperado y me quedé con las ganas. Otra vez será. Quien sabe...

En otro soleado día, me acerqué a los parques de Palermo, o lo que perfectamente se podría denominar el pulmón de la ciudad. Una de las visitas que siempre realizo cada vez que piso ciudad nueva son los parques. En Buenos Aires no abundan, pero acá, en Palermo, si que puedes encontrar unos cuantos separados, eso si, por ruidosas avenidas que se encargan de dejarte bien claro que a pesar de los pequeños lagos, paseos entre coloridas flores, poblados árboles, y grandes extensiones de césped, sigues estando inmerso en un bulliciosa metrópoli de cuatro millones de habitantes en el "centro", y ocho más si sumas el extraradio.

Ni siquiera el sonido de las aves ni los parsimoniosos paseos de los cisnes pueden competir con el incesante estruendo de los aviones que a cada instante golpean los oídos de los que paseamos por este verde punto.
Sin embargo, que fotos más lindas se pueden hacer.




Al pretender volver a la estación de Retiro, donde confluyen hacia el centro los principales trenes de la ciudad, opté, como tantas otras veces en otros tantos viajes, por guardar mi mapa en el bolsillo y echar a caminar hacia el río donde en algún punto debería encontrarme con las vías del tren que unen Retiro con Munro.

Mientras oscurecía, y tras dejar atrás avenidas y calles bien iluminadas, penetré en una zona en donde la intensidad del alumbrado bajaba considerablemente al tiempo que el "viandante tipo" variaba tambien de actitud e indumentaria. Si antes encontré gente bien vestida y edificios con porteros dando el saludo a la entrada de los bien posicionados inquilinos del bloque, ahora comenzaba a toparme con individuos más "sospechosos" y casas bastante mas desgastadas. Solo por la vestimenta y las energías que percibía me daba cuenta de que este barrio no se parecía en nada al anterior. La indiferencia que percibí tres cuadras más arriba, ahora desaparecía para ser investigado sin disimulo. Cuando comencé a dudar de si la mejor opción era volver sobre mis pasos hacia la ruta conocida, observé como sobre mi se alzaba un puente con...¡las vías del tren!. Agarré el camino que ascendía hasta ellas y comencé a caminar por el lateral de las vías. Lo que ignoraba era que a la siguiente curva se venía, justo en ese camino solitario, una ausencia casi total de luz. En mi cabeza se mezclaban dos sensaciones: el alivio por dejar atrás la supuesta zona peligrosa y una creciente tensión al vislumbrar un paisaje donde lo desconocido era mucho más inquietante que las calles superadas recién. Curva tras curva avanzaba a dos metros de las vías del tren. Personajes "buscavidas" se cruzaban en mi camino mientras yo evitaba asemejarme a cualquier cosa parecida a un turista.

Al volver a doblar vi algo que, digamos, "no me agrado en demasía". Justo al otro lado de los raíles comenzaban a dibujarse numerosas chabolas que no daban lugar a la duda. Estaba casi entrando a una villa miseria en plena noche. La separacion ferroviaria era lo único que existía entre la villa y yo, pero estoy seguro de que la tensión que experimenté costaba disimularla. Las hileras de casuchas aumentaban constantemente, y aunque en ese principio de la villa lo que mas llamaba la atención eran los niños jugando al fútbol y la cumbia villera sonando a todo volumen en casas y autos, no me interesaba mucho seguir investigando, especialmente a esas horas.

Afortunadamente en la siguiente curva observé a lo lejos unas luces que indicaban que allí debía estar la estacion. Llegué, y a los 5 mins. apareció el tren que me llevó de retorno a Munro. Cuando comenté lo sucedido, los chicos me dijeron: "¿En la parada de Saldías? ¿Caminaste hasta la parada de Saldías? Hugo, estuviste en la villa 31. ¿Sabes cual es? Hoy en día es la villa más peligrosa de Buenos Aires..."

Definitivamente esta ciudad no es para guardarse el mapa y perderse, y menos al caer la noche.


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Horas después, ya llegando a la madrugada y en la fábrica donde me alojaba, tocaba un poco de joda. El motivo de la fiesta era el cumplaños de Pablo y...¡la despedida del gallego!. Aunque faltaban un par de días para marchar de tierras porteñas, ya se había organizado una fiesta con la primera excusa que se presentó, y es que el gallego marchaba. En la misma fábrica se organizó todo, y mucha gente a la que nunca había visto vino a... ¿despedirme?.


Douglas y servidor:



Entre distorsiones mentales propiciadas por el estado etílico y demás alteradores, embriagado por las risas continuas y la nueva gente que conocía, y mientras incluso una banda de música -Nómadas- tocaba para nosotros, solo pude disfrutar y agradecer toda la suerte que tuve por haber encontrado a una peña con tantas buenas energías. Pedazo de fiesta.



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Ya agotando los últimos días (más bien las últimas noches), llegó mi último sábado y acudimos unos cuantos a un parque de Palermo ya que, según había anunciado el periódico días atrás, allí se iba a reunir una importante cantidad de gente con motivo de un concierto solidario con las víctimas del terremoto en Chile. Con el nombre de "Argentina abraza a Chile", este festival organizado por León Gieco para recaudar alimentos, bebidas, mantas...(en verdad todo tipo de productos de primera necesidad), reunió a artistas nacionales muy reconocidos: los Calamaro (Andrés y Javier ), Pedro Aznar, Gustavo Cerati, el propio Gieco y, aunque todavía me cuesta creerlo, a Los Fabulosos Cadillacs. Aunque llegamos tras finalizar su primer tema, pudimos disfrutar del resto del concierto junto con otras 100.000 personas. No me lo creía: ¡¡¡estaba viendo a una de mis bandas favoritas desde hace años y tocando en casa!!! Tienen un sonido increíble, y despues de los años siguen demostrando lo buenos que son.

Siempre que vi desde la europea distancia videos de bandas de acá y tocando en esta tierra, me fascinaba la intensidad con la que los argentinos viven los conciertos de sus bandas favoritas. Mareas humanas que se desplazan por la inercia de la presión a la que esta sometida tanta gente en tan poco espacio, numerosos cuerpos subidos a los hombros de otros tantos, agite continuo de brazos, remera en mano, al compas de la musica (que gesto tan caracteristico), gritos y emoción, pasion extrema ante la música... Me sentí de nuevo golpeado dulcemente por la realidad. Si la Pl. de Mayo me hizo comprobar que de verdad estaba aquí, el concierto de Fabulosos Cadillacs fue la prueba definitiva.





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Sin embargo, aún quedaba una noche mas. El domingo pude acudir con varios de los que conocí en mi despedida del viernes anterior a un espectáculo de teatro en lo que parecía ser un centro social okupado al más puro estilo catalán. La obra que representaron fue la primera de la nueva temporada (acá recien termina el verano), y tal y como me habían avanzado, era para destornillarse de risa. Dos horas de teatro alternativo re-cómico con muy buena compañía y muy buenos actores. Ingenio, improvisación y talento amenizaban a las cerca de 200 personas que allí nos apiñamos para apreciar tanto derroche de humor. ¡Gracias por llevarme! ¡Re-buena onda, chic@s!

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Como mencioné al principio, difícilmente se puede superar esta primera parada de mi viaje. La suerte, esa que tantas veces me ha acompañado en la vida, volvió a hacer acto de presencia para caer en el mejor de los sitios posibles. Salvo por los voraces mosquitos que acribillaron mis piernas con saña y por la imposibilidad de ver a una barra en la cancha, todo salió mucho mejor de lo que pude plantearme. Me voy, insisto, con un recuerdo imborrable.


Colectivo aparcado en la Fábrica, con un payaso arriba, esperando a ser reparado por mecánicos de un taller cercano:





Gracias mil a Douglas por acogerme, a Brian por aceptar con tanta sencillez mi estancia en su casa. Gracias a toda la familia por haberme hecho compartir la mesa, la comida, con ellos y que lo último que sintiese fuese incomodidad. Los pequeños actos para unos pueden ser muy enriquecedores para otros. Mi gratitud hacia vosotros y hacia vuestra hospitalidad es tan real como riquísima es la comida que compartimos.

Fábrica de helados La Vascongada:


¡CHAU BUENOS AIRES!


En breve nueva entrada con las celebraciones cumpleañeras en Mar del Plata con Juan y Vale...

martes, 9 de marzo de 2010

Buenos Aires (1). Por fin aterrizé en América.

Barcelona - Buenos Aires - 10.400 kms


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Aquí estoy, despertando del mundo onírico que me ha mantenido durante meses en estado nebuloso ante lo que se avecinaba.

Desperté en el aeropuerto de Ezeiza, Buenos Aires. Pero al momento, repentinamente, volví a caer en un estado de ensoñamiento febril del que creo no podré escapar hasta dentro de unos meses.

Inciado el sueño de verdad, me dirigí en mi nube, en mi manta voladora, hacia mi primer destino: la casa de Douglas. El bohemio errante que conocí en Barcelona continúa su periplo literario-lírico-vital junto a su familia en su casa, una fábrica de helados y lácteos abandonada hace un tiempo y ahora reconvertida en hogar familiar.

En el trayecto, mezclando buses y trenes nocturnos, recibí la primera impresión de la ciudad: por todos lados, en todos los muros y paredes, se dibuja en forma de letras la indignación de un pueblo que hace tiempo dejó de creer en la clase política. A donde mirase leía:
"Traidores a la patria: Duhalde=Carrio. Ménem=De Narváez".

Duhalde fue ese gran político que remató la economía argentina cuando el corralito. Se encargó de realizar los cambios necesarios en las finanzas para que el pueblo perdiera sus ahorros cuando los ricos los ponían a buen recaudo en bancos extranjeros. Luego remató sus expectativas para fomentar la incipiente pobreza de la clase media reprimiendo brutalmente a los piqueteros (unión de trabajadores desocupados), llegando la policía a matar a dos de ellos. Carrio es una política de la dictadura que hoy mantiene un puesto de diputada en Buenos Aires. Cojea claramente a la derecha, pero creo se cayó en la ultra-derecha. Ménem es el falso peronista (pero...¿qué es hoy el peronismo?, ¿acaso los Kirschner lo son?...) que se lucró a costa de influencias y a costa del pueblo, corrompiéndose hasta que ya no pudo más. De Narváez es un rico empresario que ha metido sus sucias manos en la política argentina contaminando aún más la desconfianza del pueblo hacia una clase que se supone los representa, pero que realmente se corrompe con la plata de la misma población que los sustenta.

Esa fue la bienvenida capitalina, la Buenos Aires del "ya no me creo nada", la desazón porteña hacia los ladrones que un día también se les llamaba políticos.

Así, el sábado ya de madrugada, en mi tardía llegada a la fábrica "La Vascongada" (se encuentra en Munro, a una hora del centro porteño), Douglas y su hermano Brian (re-buena onda) me esperaban junto a otro amigo para sumergirnos en los efluvios nocturnos que depara el "mercado" de estos lares. Fue una gran bienvenida, cargada de conversaciones imparables sobre los contrastes de acá y de allá.

Ya en mi primera visita al centro pude observar y comprender como aquí el turismo de monumentos, instituciones, arquitectura, etc, tiene, aparte de una arquitectura monumental y estructural muy cercana a la madrileña, un claro matiz que lo impregna todo: la patria y la liberación nacional. Por todos lados se yerguen conmemoraciones a la independencia del colonialismo que este año cumple dos siglos. El obelisco refleja en sus cuatro lados los nombres de los héroes libertadores, San Martín (el principal libertador) tiene su tumba en la Catedral de la ciudad, las estatuas que encuentras al pasear también inmortalizan en mármol pétreo a esos héroes de la nación.



Incluso las festividades nacionales están en clara sintonía con fechas clave de tal emancipación. A pesar de que la Iglesia Católica es la religión que predomina en un 92% de los argentinos que siguen creyendo en el "otro mundo", el calendario nacional rige sus festividades en base a los días que fueron marcando su rumbo patriótico. Y ese orgullo patrio está vinculado, lógica e inexorablemente, a su independencia de los colonos que, desde el otro lado del charco, querían perpetuar lo que ellos mismos llamaban virreinato, pero aquí llamaban la Argentina...

En mis céntricos paseos, y tras engullir con enorme placer las empanadas más deliciosas que jamás caté, llegué a la sede oficial de la "Asociación de las Madres de la Pl. de Mayo".



Era domingo y estaba cerrado, pero entre sus rejas pude preguntar a los de adentro si al día siguiente, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, iban a acudir a algún acto en la mítica plaza que les da nombre. Sin confirmar hora me respondieron positivamente. Pero 'hoy' era día 7...

Tras visitar el exterior del Congreso con su ondeante bandera albiceleste,



me lancé bajo tierra a conocer el subte, es decir, el metro, con sus míticos vagones de principios de siglo XX aún en funcionamiento. Tecnología y romanticismo se unen en la línea A, la primera de toda latinoamérica.



Ya cayendo la noche, nos acercamos al "viejo" San Telmo, donde cada domingo se reúnen artesanos, artistas, excéntricos y turistas en un rastro de más de 10 cuadras. Allí nos juntamos unos cuantos para, ya sin luz diurna, dirigirnos a la plaza Dorrego, donde bohemia, estética alternativa, turismo y música siguen mezclándose. En medio de la plaza se alterna la música en vivo: folklore y tango es la receta con la que los más atrevidos (son muchos) se animan a bailar al ritmo del compás que marcan las bandas. Asistía así a mi primera milonga.



Allí permanecimos hasta altas horas, incluso mucho tiempo después de que la plaza se vaciara, entre litros de cerveza y personajes variopintos. Merece mucho la pena hablar de uno de ellos, quien, como tantos otros, se acercó a por tabaco y alcohol. El "necesitado" pasó a convertirse en compañero de conversación ante el gran sentido del humor que transmitía. Su adicción a la politoxicomanía le ha hecho perder los dientes, pero no el ingenio. Sin embargo, entre las innumerables anécdotas acompañadas de las mismas carcajadas, hubo un instante en que habló de su pasado familiar:
Aseguraba provenir de familia trotskista, en donde científicos, filósofos y psicólogos hacían de padres, primos y hermanos. La dictadura de Videla, la represión, el secuestro y la tortura acabó sesgando su familia para que muchos de ellos pasaran a formar parte de los desaparecidos, mientras que alguno de los que quedaron no pudo soportarlo y optó por la vía del suicidio. Si tantas drogas ingeridas hasta sus 42 años no le han inducido a reinventarse su propia historia y a mentir compulsivamente, resulta bastante comprensible su proceso auto-destructivo.
Lo que quedó claro fue que la mezcla de su gran sentido del humor mezclado con su vida personal hace pensar que la tragicomedia se inspira en personajes como este.

Y llegó el 8 de marzo y el que, hasta ahora, ha significado el momento más emotivo de estos días. Acudí a la histórica Plaza de Mayo, culminada por la sede presidencial, la Casa Rosada, o de dónde De la Rúa salió huyendo en helicóptero cuando el corralito.

A pesar de que la angustia por intuir que llegaba tarde (empezaba a caer la noche) movía mis pies a gran velocidad, al entrar en la plaza y mientras secaba el sudor de mi frente, observé como centenares de pancartas levantadas por otras tantas personas, hacían un círculo en torno al improvisado podio en donde los distintos colectivos feministas, incluídas las Madres, enaltecían micrófono en mano sus reivindicaciones:



derechos laborales para la mujer, derecho al aborto libre y legal, igualdad salarial entre hombre y mujeres, derechos de las lesbianas, desaparición de la influencia eclesiástica en las organizaciones femeninas...Sin embargo, su lucha se extendió más allá de las fronteras internacionalizándose hasta sacudir el capitalismo: necesidad de la lucha contra el imperialismo empresarial yankee, que sus multinacionales no expropien los territorios indígenas ni los recursos naturales que les pertenecen, impedir que sus fuerzas armadas tengan bases militares en territorio latinoamericano...
Me parecía estar en otro mundo, pero...¡Joder! ¡Estaba en otro mundo! Solo el acento latino de las mujeres que leían los discursos ya me emocionaba al ver que sí, que estoy aquí, y que por fin puedo comprobar desde las entrañas de América como se organiza la lucha contra la injusticia de este sistema.



Sin embargo, lo que más llegó a emocionarme fue cuando le pasaron el micro a una de las madres de la Plaza de Mayo quien, embargada por la emoción no pudo apenas mencionar palabra ya que, para leer su manifiesto, pasó el testigo a una de las nietas que han sido encontradas gracias a su constante lucha durante décadas para que se busque a los desaparecidos y se juzgue a los fascistas asesinos que los trataron de borrar como si fueran insectos molestos.



Entré el júbilo y cánticos de lucha de los manifestantes no pude evitar emocionarme por lo que estaba presenciando. Historia viva de la lucha con la que tanto me identifico ante mis ojos.



Sin palabras.


Ya de vuelta a la estación de tren paré en un puestito callejero a saborear otro producto mítico de la gastronomía nacional: el choripán, lo que en España sería un bocadillo de sabroso chorizo a la parrilla con ensalada y salsas...riquísimo.

En el camino topé, sin preverlo, con el puerto y sus barcos engalanados de luces multicolores y sus restaurantes de clientela tan acorbatados los unos como enjoyadas las otras, y en donde ni se piensa que el menú nocturno pueda bajar de los 300 pesos. ¡Seguro que cené mejor que ellos con mi choripán de 4 mangos!




Por último, ya en la estación y antes de agarrar el tren de vuelta a la fábrica, encontré, una vez más, el contraste: mientras observaba como se alejaba estación adentro el niño al que acababa de denegar un moneda, vi como se encontraba con sus siete hermanos tan harapientos como él, todos con edades de entre uno y diez años. Los menos egoístas se pasaban un helado que acababan de recoger del suelo mientras su paciente madre luchaba por subirlos al mismo tren que les retornaba a cualquiera de las villas miseria en donde probablemente vivan. De entre sus expresiones ininteligibles para un gallego-parlante como yo, también indigna reconocer como la triste suciedad que los envolvía era la misma que sirve para diferenciarlos de los que si tenemos comida e higiene diaria.

La realidad es un contraste. El que no lo observa es porque quiere permanecer ciego en su mundo de privilegios. Sigo viajando poniéndome todas las lentes que necesite para permanecer pegado a la tierra, pegado a la única realidad. Mi sueño de viajero no puede impedirme estas experiencias, pues son ellas las que me han movido a dar el salto.

Despedida en Barcelona

Aunque ahora hayan pasado un tiempo desde que partiese de Barna, lo cierto es que recuerdo perfectamente esos últimos días, esas últimas horas.

Como era de esperar, la fiesta fue lo que caracterizo la despedida. Con mi gente de siempre pude agotar los últimos europeos momentos. La embriaguez de la noche nos contagió durante unas cuantas horas a las que siguieron otra tantas, pero a mi también me embriagaba la cercanía del momento, estaba en una nube subido de la que espero no bajar en mucho tiempo.










Siete meses después de haberlo planificado se acercaba el día definitivo, el día en que realmente dejaba todo atrás para iniciar el gran viaje.
Me llevo tantos buenos recuerdos de esa despedida como de los años que en Barcelona estuve.

Hasta el último momento, justo cuando ya de madrugada y pocas horas antes de partir preparaba mi mochila, no me había dado cuenta de lo que me estaba pasando. Ni siquiera me había puesto nervioso. Mientras organizaba mis pequeñas cosas y hablaba por teléfono con mi madre y con mi hermana pequeña Andrea, a la que adoro, solo entonces me di cuenta de que me marchaba muy lejos y durante mucho tiempo. Aunque desde Tenerife no lo notasen, se me estaban rayando los ojos de la emoción. Luego fue con mi padre con quien también hablé, ese viejo golfo al que tanto me parezco y que ya estuvo por tierras argentinas, también solo con su maleta, hace poco más de un año. Y de nuevo me volvió a suceder: emoción por todos los poros. En pocas horas marchaba al aeropuerto a cumplir el sueño con mi mochila ya hecha.

Quiero mencionaros a tod@s, no solo a mi querida familia, chic@s: gracias por hacerme feliz: Chula (amistad eterna), Pedro (gracias por esos pasos de baile, jajaja), Juan (acá nos vemos, ché), Chaxy (sé feliz), Keka (no cambies), Agus (mi negra linda), Vale (siempre postiva, por favor), Angeliki (la griega más buena)...Sara REAL (la más especial)..., Óscar (muy mejor amigo), Jimy (el surfero errante), Noemi (en fin...), Scaibery (al más loco entre los dementes), Shiva (vaya día), Esther (mi niña preciosa)...joder, y 10.000 más que saben quienes son. Gracias a tod@s.

P.D. de Enero de 2012: No sé como pude olvidarme de las personas que más aprecio y una de las que más me quiere: Meli, mi amor: Mar, el Poder del Mar.