viernes, 30 de julio de 2010

Paraguay. Ciudad del Este y Asunción. Julio 2010.

Nota inicial: Como ya es más que sabido, este viajero lleva meses con la apatía literaria ocupando un nuevo espacio de su mochila y le cuesta horrores recuperar la energía que, no hace tanto, tenía para plasmar en este blog sus aventuras y desventuras satisfaciendo así el deseo de esos pocos lectores que "me echan de menos".

Ha pasado tanto desde la última entrada. Ahora ando en Quito, y me parecen siglos los que transcurrieron desde aquellos días en Iguazú. Paraguay, noroeste argentino, San Pedro de Atacama en Chile, Bolivia entera, paradas más que interesantes en Perú, la costa ecuatoriana...En verdad es un mundo, una vida entera la que transcurrió desde las cataratas.

Sin embargo, estos días me hallo en casa de unos amigos donde, con la paz del hogar, encuentro ese momento de calma que necesitaba para sentarme de nuevo a recordar lo sucedido estas semanas y con tiempo suficiente para, además, subir vídeos y fotos, tratando así de actualizar mi particular cuaderno de bitácora.

En la siguiente entrada narraré lo sucedido en Paraguay. En la Ciudad del Este pude comprar una netbook que, cuarenta días después, me robaron por tremendo despiste en Bolivia. Desde aquel día se me complejizó aún más llevar el blog actualizado, pero, insisto, intentaré estos días avanzar hasta llegar a la máxima proximidad posible respecto a este presente que, sin que apenas pueda percibir su suceder, se convierte en pasado remoto ante la vorágine de gentes y lugares que se representan en mi devenir mochilero.

Aclaración: Como consecuencia del robo de mi "nueva" (ya vieja) netbook, con ella también desasparecieron los pen-drives y fotos que aún no había subido a internet, perdiendo con ello casi tres semanas de instantáneas. Por suerte, Estefi tenía las de los días que compartimos y me envió algunas a tamaño reducido, que es como saldrán más adelante.

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Puerto Iguazú, Argentina - Ciudad del Este, Paraguay - 30 km (Total 22.340 km)


Ver Puerto Iguazú - Ciudad del Este 30 km (Total 22.340 km) en un mapa más grande

Tras pasar dos fronteras desde Puerto Iguazú -la brasilera y la paraguaya- recorriendo solo 30km, llegamos a una nueva ciudad, un nuevo país, que parecía encontrarse a muchísima más distancia. El motivo de dicha reflexión no es otro que el tremendo contraste urbano y de gentes que ahora se hallaba ante nosotros en comparación con lo percibido tan solo unos kilómetros más atrás.
Ciudad del Este es una de esas ciudades en el mundo que merece la pena visitar. No es por su belleza arquitectónica, no es por su pasado histórico, no es por las luchas de los nativos que, como en otros lugares del continente, se levantaron contra el poder opresor y esclavista colonial, no es por la relativamente pacífica mezcla de las distintas nacionalidades que aquí conviven.

Ciudad del Este es "poco agradable" a la vista, sin apenas edificios de interés.



Ciudad del Este no tiene un pasado colonial ni se la reconoce por las luchas de los originarios guaraníes.

¿Y entonces?: Ciudad del Este es uno de los pocos resquicios urbanos en el mundo donde hay ¡liberación de impuestos en las mercancías de intercambio! Hasta aquí se desplazan multitud de brasileños a diario a comprar todo tipo de materiales de primera, segunda, tercera, y ninguna necesidad para revenderlo en su país, fomentando con ello una mezcolanza lingüística muy particular en donde se puede "fundir" en una misma conversación el brasileño-portugués, la lengua guaraní (palabra que también designa la moneda nacional) y el español. Sin embargo, la convivencia pacífica y la tolerancia no es tampoco la principal característica de Ciudad del Este. Muchos paraguayos sienten rechazo hacia los brasileños por haber ocupado las empresas y los puestos de trabajo que "a ellos les debieran pertenecer"...

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En el centro de la urbe existe un conglomerado constante de venta ambulante




que se amontona a las puertas de vetustos armatostes, en otros lugares también llamados edificios, de innoble estética externa,




pero en cuyo interior se iluminan miles de focos entre semi-relucientes pasillos: son los enormes y laberínticos centros comerciales donde, particularmente, la tecnología de última generación se encuentra a precios sin competición en miles de kilómetros a la redonda.

Esa es Ciudad del Este: un paraíso de compras; múltiples oportunidades de ventas.





Mi viejo, hace casi dos años, también pasó por estas tierras. Tras conocer Iguazú, hizo el mismo trayecto que quien escribe y así visitar a Norma y sus allegados. Mi familia paterna la conoce bien. Norma, y también su hermana Yoli, trabajaron en Tenerife cuidando a mi abuelita hasta que falleció. Aunque fue en distintas fases, con vueltas a Paraguay incluídas, en aquellos días se forjó la relación que motivó a mi padre a hacer aquella visita y, con la misma inercia, llevar mis pasos hasta casa de su hija, Neide.

Si pudiera tratar de describir la hospitalidad tanto de Neide como de su pareja Junior, las palabras se quedarían cortas. Quizás a la primera, a Neide, le era imposible dedicarnos su tiempo por su trabajo en una licorería de Ciudad del Este, a unos 25 km de Hernandarías, donde residen, pero al segundo, a Junior, si le sobraba un poco más de ese tiempo y lo dedicó a mostrarnos una hospitalidad y un inmejorable trato, casi servicial (para nuestro asombro), hasta el punto de plantearnos como si de un guía se tratase, todo lo que podíamos hacer por los alrededores para, una vez nosotros realizáramos la elección, llevarnos hasta el lugar que más nos apeteciera gracias a los transportes que puede ofrecer la ciudad y alrededores.


En verdad se excedieron en su amabilidad, pero su sencillez los hace así.

Finalmente fuimos a la presa de Itaipú. Básicamente, y para que se hagan una idea, es la segunda central hidroeléctrica más grande del mundo, aunque la ubicación, creación y gestión de sus recursos esté compartida entre Brasil y Paraguay, quienes se reparten los 1400 km cuadrados de la enorme extensión que posee.


A la entrada de la visita turísitica, y en una sala de proyección más parecida a un cine que a otra cosa, uno puede ver un soporífero vídeo (no miento si digo que me dormí) con "las bondades" económicas de la presa. El abastecimeitno de energía que genera cubre una amplísima demanda del Paraguay y del sur brasilero. Sin embargo, no todo son lecturas positivas. A la entrada de la macro-presa, quince ex-trabajadores expulsados de sus puestos de trabajo por pertenecer al partido político que no ostenta el poder estaban en huelga de hambre para reclamar sus derechos. La cobertura mediática que tiene semejante protesta, hasta el punto de llegar a la huelga de hambre, es nula.
A ello hay que sumar que, según pude leer, en verdad el gobierno del Paraguay cedió un altísimo porcentaje del territorio total que ocupa semejante obra de ingeniería y es en verdad Brasil quien se está llevando la inmensísima mayoría de los beneficios. La rentabilidad del proyecto para Paraguay termina de quedar en entredicho cuando uno se entera de que en su construcción la obra de Itaipú causó la muerte de 160 trabajadores y arrasó una zona de bellísima fauna y vegetación en aras del progreso. Curiosamente, nada de ésto quedó representado en aquel vídeo...
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Al otro día, junto a Neide y su familia también comimos un rico asado entre litros de vino que aún recuerdo. Una de las cosas que me llamó la atención de las costumbres de aquí para con los invitados es que, cuando ya está la comida preparada, a la mesa se sientan solo l@s invitad@s acompañados por una o dos personas de la casa, mientras que el resto no se sienta hasta que uno haya degustado durante un buen tiempo los alimentos. Al principio, cuando me vi solo en la mesa, junto a Estefi, y con el plato delante, dije:
- ¿Pero voy a comer yo solo? ¿Y ustedes no se sientan?

Fue desconcertante pero gracioso, pues no entendía que el grado de hospitalidad llega a tal punto que incluso la deferencia hacia el comensal es tan amplia que los que tienen el placer de invitar esperan a que uno quede saciado.

En verdad fue una velada en familia muy entretenida. Quedamos infinitamente agradecidos.

Neide, quien extraña muchísimo a su madre, ahora en Tenerife, es quien se halla a mi izquierda (para el que ve la foto), mientras que Junior es el que sale en la esquina derecha de la foto. El resto, aparte de Estefi, es su amabilísima y risueña familia.

¡MUCHAS GRACIAS!


En verdad fueron unos días muy tranquilos, con alguna gratísima sorpresa como terminar viendo fotos de mis fallecidos abuelos a tantos kilómetros de la isla. En Hernandarías, aparte de salvar algún perro atrapado en las rejas de algún vecino y tomar muchos mates, tanto el argentino



como el paraguayo -aquí mezclado con más hierbas y también llamado tereré-



la estancia se agotaba y nuestro camino debía continuar hacia Asunción.


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Ver Ciudad del Este - Asunción, Paraguay. 330 km (total 22.370km) en un mapa más grande

En la capital del Paraguay, a pesar de estar también solo dos días, pudimos disfrutar de su centro histórico, visitando el cabildo al que no pudimos entrar por ser lunes (vedado al turismo),


o La Casa de Las Américas, donde no solo se alberga una perfecta plasmación de la bella arquitectura de la época, sino que también se recoge el estilo de vida y las costumbres de aquellos elitistas años.




Sin embargo, lo que más nos llamó la atención fue el Museo de la Memoria que plasma, con asombroso rigor, y sin apenas recursos ante la falta de subvención pública, los horrores de los treinta y cinco años de brutal dictadura del sanguinario Alfredo Stroessner.

Pese a esas oscuras décadas, numerosos hechos sorprendentemente positivos habían sucedido en el país antes de aquel mil novecientos cincuenta y cinco...

En uno de los libros que toda persona interesada en la realidad histórica latinoamericana debería leer, "Las Venas Abiertas de América Latina", del enorme Eduardo Galeano -sin lugar a dudas uno de mis escritores favoritos-, se explica también la primero ilusionante y luego triste historia de la política paraguaya.

Paraguay es hoy, junto a Bolivia, uno de los países más pobres de América Latina. Sin embargo, hace más de un siglo era el país más avanzado de la región. Hasta la Guerra de la Triple Alianza, cuando subvencionados por el Banco de Londres se aliaron Argentina, Brasil y Uruguay para aplastar a la población paraguaya -Banco de Londres que, curiosamente, después se enriquecería con la explotación de la tierra del país expropiada a sus habitantes-, como digo, hasta ese año de mil ochocientos setenta, Paraguay era un país pacífico y tranquilo en medio de todas las guerras que asolaban el continente. Habían infraestruecturas muy desarrolladas para el lugar y la época, apenas existía analfabetismo, tenía una moneda estable y el estado no tenía deudas. Incluso el 98% del territorio del estado era de propiedad pública.

Toda esta suponía una insulto infame a las leyes del libre comercio que se estaban imponiendo desde Europa a toda la región a través de los cañones y la muerte. El país más progresista de toda Latinoamérica no podía seguir así, sin inversiones -¿o quizás debiéramos decir "invasiones"?- extranjeras.

Fue así como se forjó la guerra genocida, y de la victoria de la alianza surgió también el reparto de las tierras, implantándose el libre comercio y el latifundio a la diezmada población.

Durante las siguientes décadas, Paraguay sufrió el colonialismo inglés y el "subcolonialismo" argentino, que era el país de la zona que más ganancias obtenía a través de la extracción de sus recursos. Todo ello, obviamente, siempre bien controlado y supervisado por el Imperio Británico.

Muchos años más tarde, cuando en mil novecientos cincuenta y cinco Stroessner llega al poder instalando una dictadura de hierro a través del Partido Colorado que dirigía, decidió convertir al país en un campo de concentración. En esos treinta y cinco años de feroz dictadura y brutal represión desaparecieron quinientas personas y murieron más de tres mil quinientas. Sin embargo, los actores internacionales cambiaron: ya no ejercían tanto poder sobre el país Argentina ni Inglaterra. Stroessner decidió cambiar de compradores: había vendido la nación a Brasil y a EEUU.

Una década después del fin de la dictadura, un funcionario encontró en una comisaría de Asunción numerosísimos documentos en donde se recogían los encarcelamientos, las torturas y desapariciones de los paraguayos arrestados y tratados salvajemente por disentir de la dictadura. Una de las "limpias" en las que participó el tirano y que se realizaron junto a otras dictaduras -como la chilena, argentina, uruguaya, boliviana o brasileña-, fue la de la Operación Cóndor. Mediante esta secreta alianza internacional, comandada por EEUU para eliminar agentes subversivos al orden establecido -en otras palabras, puro terrorismo de estado contra rojos-, fueron asesinadas 50.000 personas, otras 30.000 desaparecieron, y 400.000 fueron encarcelados y víctimas de salvajes torturas. Ahí estaba el gran líder Alfredo Stoessner.

Gracias a esos documentos hoy existe este Museo de la Memoria donde se explican detalladamente los sucesos cronológicos de la dictadura, las fotos de aquellos que desaparecieron, o las terroríficas máquinas con las que torturaban a los prisioneros.

Su ubicación no es casual: en ese mismo edificio se practicaron las torturas, y aún hoy se pueden ver las celdas en donde malvivían los presos políticos del Paraguay.


Sin embargo, el museo sigue sin tener ningún tipo de ayuda estatal para difundir el vil legado de la dictadura que, como en Chile o Argentina, se trata de mostrar y difundir a toda la población para que nunca jamás vuelva a suceder.

Triste es, muy triste es, pero como Pinochet, Stroessner murió tranquilo en su casa de Brasilia.

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Tras dejar atrás Paraguay, y tras pasar larguísimas y heladas horas en estaciones de autobús,

o en ciudades como Resistencia, ya en Argentina, a la espera de que los buses nos conectaran con nuestro siguiente destino -llegamos incluso a dormir a plena luz del día en algún banco de algún parque-, casi un día y medio después de salir de Asunción llegamos a Salta, en el noroeste argentino, en donde parece que el país comienza a ser otro...


martes, 20 de julio de 2010

Cataratas del Iguazú. Una de las maravillas de este planeta.


Ver San Ignacio, Misiones - Puerto Iguazú 240 km (Total 22.310 km) en un mapa más grande

Y así, unos horitas después, llegábamos hasta la población argentina más cercana a las cataratas, Puerto Iguazú, cuya particularidad no es otra que dicha cercanía, ya que en sí no tiene mucho que ofrecer salvo multitud de souvenirs turísticos. Obviamente no para nosotros.

Si hablamos de la Historia de las cataratas, en esta zona del planeta vivía la comunidad Mbyá de origen, como todos los nativos de la zona, guaraní. El primer hombre blanco que descubrió este espectáculo natural sin comparación fue Álvar Núñez de Cabeza de Vaca, cuando allá por 1542 realizaba un viaje en barco desde el Atlántico hasta Asunción. Al "descubrirlas" decidió, increíblemente, denominarlas bajo un concepto cristiano: "Saltos de Santa María".

Poco más tarde las misiones jesuíticas, como las nombradas en la entrada anterior, asentaron sus poblados, sus instrumentos, sus telares y su cristianismo evangelizador en la zona. Fue entonces cuando las cataratas adoptaron el nombre de Iguazú, que en lengua guaraní significa "agua grande" (guasú).




Ciertamente uno, cuando contempla una estampa tan sobrecogedora, no solo visual, sino también auditiva, entiende perfectamente la etimología guaraní de la cual proviene el nombre.



Por lo visto, aquí caen, desde el mismo Río Iguazú, 1.500 m. cúbicos de agua por segundo (millones y millones y millones de hectolitros al día) a través de todas y cada una de las 275 cascadas que conforman este inolvidable espectáculo para los sentidos. Algunas de esas cascadas llegan a tener hasta 80 m. de altura. El sonido que provoca es realmente impresionante.



Aunque las Cataratas del Iguazú se pueden observar desde el lado argentino y desde el lado brasileño (su ubicación geográfica es justo en la triple frontera de Argentina, Brasil y Paraguay), nosotros ya quedamos satisfechos con la primera de las visitas al Parque Nacional del lado argento (aunque también hay que sumar el hecho de que la economía no estuviese en sus mejores momentos como para entrar a dos parques, a cada cual más caro, especialmente si vienes de Europa...).



Una vez dentro, en uno de los variados paseos que se ofrecen para vislumbrar los saltos, se pueden encontrar animales tan peculiares como el coendú, una especie de puercoespín, adaptadísimo ya a la presencia de miles de turistas diarios que se vuelven locos por tomarles fotos. Aunque servidor no usó los codos por conseguir la instantánea, lo cierto es que la hice...



En verdad hay muchas especies animales, no solo mamíferos, y aunque no logré captar con nitidez los espectaculares guacamayos y demás aves que decidían salir de mi plano justo cuando apretaba el botón de disparo, sí que encontré otros que no se movían tanto.



Bajando por el "paseo inferior" del parque, las vistas -y las fotos- se hacen espectaculares. La verdad es que se queda uno sin palabras para definir tanta belleza.







Justo al final del paseo, se puede llegar hasta muy pocos metros de una gran cascada. Aunque Estefi, bastante agobiada por los miles de turistas, no quiso acercarse a la baranda, yo luché contra los portadores de cámaras sumergiéndome entre ellos hasta, esta vez sí y a pequeños codazos, poder regalarles este vídeo:





Y así seguimos paseando todo el día por las distintas instalaciones del parque.



Una de las particularidades visuales más llamativas es la constante formación de arcoriris casi por cualquier rincón, dándole al paisaje una belleza que las palabras, una vez más, poco pueden describir...


Y así, ya a la tarde, subimos hasta la parte norte, desde donde comienzan los saltos, hasta la famosa "La Garganta del Diablo":



Brutal, simplemente brutal la cantidad de agua que cae desde aquí:



Para los que estén ansiosos por acercarse un día a este impactante lugar del planeta, y aunque las distancias obvias imposibilitan a muchos esta visión inolvidable, servidor y su suerte de poder ver tamaño espectáculo les ofrecen este vídeo con la intención de terminar de animarles a maravillarse con este lugar algún día:





Desde aquí, justo al frente, se oberva el lado brasileño de las cataratas.



Y a veces también se puede apreciar, en una imagen que nunca jamás tuve oportunidad de apreciar, un arcoiris invertido. Deduzco que el tremendo rebote del agua hacia arriba una vez golpea el suelo, y que provoca que millones de partículas finísimas de H2O queden en suspensión, origina este extrañísimo fenómeno.



Para terminar de expresarles, con estos límites tecnológicos, la emoción que uno puede sentir en este impresionante lugar, he aquí un último vídeo:




Las Cataratas del Iguazú: inolvidable.

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Una vez "conquistada" una de las "x" marcadas en mi plano de viaje como lugar cuya visita era imprescindible, Estefi y yo continuamos nuestro rumbo, solo que ahora atravesando fronteras -concretamente la de Brasil en Foz de Iguaçu y la de Paraguay-, para llegar hasta la primera ciudad de este nuevo país: Ciudad del Este.

miércoles, 14 de julio de 2010

Misiones en compañía.

B. Aires - San Ignacio, Misiones - 1.590 km (Total 22.070 km)


Ver Buenos Aires - San Ignacio, Misiones - 1590 km (Total 22.070 km) en un mapa más grande


Y así fue como, aunque fuese por solo unas horas, volví inesperadamente a Rosario para reencontrarme en otro rico almuerzo casero con la familia de Agus y, entre sonrisas cómplices, volver a ver a quien iba a ser mi nueva compañera de viaje: Estefi.


A la tarde partimos de Rosario rumbo a la provincia de Misiones, concretamente a San Ignacio, donde llegamos unas quince horas después. El atractivo que tiene esta población del noreste argentino es que, más allá de la tremenda humedad de su clima tropical que posibilita un paisaje de pura y frondosa vegetación, esta zona del planeta es mundialmente conocida por haber sido sede de las misiones jesuíticas llevadas a cabo hace cuatrocientos años, y de las que hoy solo permanecen sus ruinas.


Antes, durante, y después de las citadas misiones, es la población guaraní la que ha habitado el lugar. Hoy en día siguen existiendo a pesar de la conquista, y, como suele suceder, sumidos en una triste miseria de casuchas y barro. Su principal actividad económica es la artesanía que venden en los pueblos y el someterse a ser un atractivo turístico por el simple hecho de permitir que se adentren tours en la zona donde viven para que el blanquito primermundista sacie su pretensión de encontrar el exotismo nativo.


Junto a Estefi, antes de acudir a las ruinas, decidimos alquilar unas bicis para adentrarnos, en un paseo delicioso, por la pura selva que nos rodeaba hasta llegar, ocho kilómetros después, al río Paraná (que a su vez hace de frontera con Paraguay). En el camino penetramos, sin pagar tours y con todo el respeto del mundo, en uno de los poblados guaraníes donde conversamos con quien decía ser "el jefe" de la comunidad. Fue él quien nos comentó de que forman vivían, como mantenían con orgullo la lengua guaraní cuando hablan entre ellos, o la organización de las familias, en su caso de once hijos...


A la vuelta a la ruta, un grupito de niños nos miraba con curiosidad desde el mismo cruce. No pude evitar dirigirme a ellos a preguntarles, retóricamente, si les gustaban los caramelos. Afortunadamente tenía para todos, incluida la mamá de uno de ellos. Sintiendo en mi consciencia que pudieran interpretar que lo que pretendía era otro fin, les pedí, entre risas, la siguiente foto a cambio. No se negaron, todo lo contrario:




Continuando por la ruta selva adentro, no solo era la gran espesura de tan exuberante vegetación la que nos llamaba la atención.


Ciertamente, cualquier estudioso del mundo vegetal se encontraría con un lugar pleno de contrastes vegetales donde continuar aprendiendo.


Eso sí, nuestra ignorancia de la biología no nos impedía disfrutar a cada paso ante la inmensa cantidad de especies que encontrábamos.





De vez en cuando, ya fuese por las costosas subidas, o por el simple deleite, teníamos que parar un rato y seguir con el continuo asombro.


Así fue como también llegamos a unas ruinas que nunca supimos ni su utilidad anterior ni el momento en que dejaron de ser funcionales para convertirse precisamente en eso, ruinas.



Lo que si estaba muy claro era que nos encontrábamos tremendamente embelesados ante la visión de la vegetación no solo integrándose en la construcción humana, sino haciéndose dueña de ella.


Me encantaba poner a Estefi, muy a su pesar, posando para añadirle un poco más de encanto a la foto.






Mientras continuábamos la marcha también pudimos apreciar telas de araña de tamaño enorme ubicadas justo en medio del camino. Algunas de ellas ni las vimos hasta que nuestro cuerpo las deshizo al tocarlas involuntariamente.



Y así, finalmente, llegamos a ver el mismo río Paraná que cientos de kilómetros más abajo convierte a Rosario en una ciudad erguida a sus orillas, solo que aquí su extensión es muchísimo menor y sus límites sirven para separar la frontera paraguaya de la argentina.



Ya iniciando el camino de vuelta, y tras haber dejado las bicis junto al puesto forestal para continuar los últimos metros a pie, los paseos que allí tienen realizados permiten seguir embobado con tanto encanto.


Antes de regresar hasta donde se encontraba nuestro humlide y placentero medio de transporte, una última parada nos obligó a inmortalizar semejantes lagartos, de tamaño solo anteriormente apreciado por quien escribe en las tierras canarias.





Y así fue como, seducidos en el placer de un día tan agradable -por fin volví a sudar y tener calor, ¡lo echaba tanto de menos!-, ante el goce de tanta flora y fauna, y especialmente junto a una compañía que ambos ya empezábamos a disfrutar constantemente, fue como, pedaleando, grabé este pequeño vídeo donde se aprecia el buen humor reinante.





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Al día siguiente fue cuando visitamos las ruinas. Si alguien ha visto la película La Misión, allí se puede apreciar con bastante cercanía a la historia oficial lo que ocurrió en aquella época por estos lares.

Allá por el mil seiscientos los jesuitas en América estaban en pleno proceso evangelizador, cristianizador, de las poblaciones originarias. Si en otras ocasiones los medios para sorprender a los nativos con la pertenencia a una cultura y religión auto-catalogada como superior no solo fueron las armas, la guerra, el expolio, las matanzas, o la sangre, sino que también usaron 'espejitos de colores', aquí los jesuitas emplearon otro métodos para cautivar pacíficamente a los guaraníes.

Fue mediante la música como establecieron los primeros contactos. Cuando, lentamente, se fueron ganando la confianza de la población ante el asombro y encanto que les producían los sonidos de los instrumentos traídos de Europa, pertrecharon esa otra forma de colonialismo no violento que pretendió con éxito moldear las mentes guaraníes para evangelizarlos.

En una siguiente fase de este proceso, se les enseñaron distintas artes, como la fabricación de instrumentos, telas o la misma arquitectura (claro está, siempre como obreros).



En las ruinas de las misiones podemos apreciar cómo vivían en la época. Si bien su organización social, mezcla de jesuitas y originarios, estaba bien jerarquizada obviamente a favor de los primeros, en las misiones existía una regulación comunal en donde todos producían y tenían lo mismo. Ni siquiera existía la moneda. Poseían un crecimiento demográfico controlado, de tal forma que si excedían el número de habitantes para el que la misión estaba preparada, se mudaba a las familias a otras misiones con menor población. No existían riquezas ni lujos.

Pese a lo novedoso de este tipo de estructura y de tal forma de evangelizar, lo cierto es que tuvo gran éxito durante más de un siglo. Sin embargo, el hecho de que todos trabajaban y consumían por igual terminó exaltando tanto a la corona española como a la Santa Sede.

Dicha organización comunal no podía seguir existiendo y en verdad era un peligro para la permanencia de la situación privilegiada de la clase dominante donde poder, gobierno, corona, y catolicismo eran uno solo haciendo de la injusticia y la barbarie su único e ignorante dogma.

La aristocracia no tardó en expulsarlos a sangre y fuego, es decir, con el mismo método utilizado en el resto de las colonias y cuya efectividad consisitía en la usurpación y explotación que tantas riquezas les concedían, manteniendo así sus inmensos y desorbitados privilegios de oro, plata, cacao o azúcar, por nombrar solo cuatro. En las misiones de San Ignacio y alrededores estaba bien claro que se distaba muchísimo del "método tradicional".

En lo que queda de las ruinas podemos observar una arquitectura que refleja majestuosamente el barroco americano, un efecto que también cumplió con creces la función de asombrar a la población guaraní ante la visión de tales bloques arquitectónicos.



Con estas construcciones, parecía que Dios estaba hasta dentro de las mismísimas entrañas...



En definitiva, un lugar para visitar y seguir aprendiendo las distintas formas en las que penetró el colonialismo español en las poblaciones originarias para reducir sus siglos de tradiciones y ancestrales ritos a puro evangelio del Nuevo Testamento, solo que en este caso no se los aniquiló y se les trató como a personas.

"Y sin embargo, los indios tienen alma"...

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Nuestro siguiente destino era, irremediablemente ante su cercanía, uno de esos lugares del planeta que uno debe visitar al menos una vez en la vida: las Cataratas del Iguazú...