viernes, 6 de agosto de 2010

La Quebrada de Humauaca. De Jujuy a Iruya.

Nota: Como ya comenté en otra entrada, perdí algunas fotos cuando me robaron la netbook en Bolivia, las de Paraguay y Salta las pude recuperar, pero las de la Quebrada de Humahuaca y alguna de San Pedro de Atacama (siguiente entrada) sí que las perdí. Las fotos que aquí aparecen son "robadas" de internet y también alguna otra de mi viejo cuando vino por estos lares. El vídeo si que es mío.
Cuando por fin logré "escapar" de Salta, me dirigí hacia el norte, concretamente a San Salvador de Jujuy, o lo que es lo mismo, la puerta a la famosa Quebrada de Humahuaca. Toda ella viene a ser un enorme, interminable, desfiladero plagado de hermosos paisajes y pueblos de encanto. Así le refrenda el hecho de que, hace años, se convirtió en Patrimonio Mundial de la Unesco. Ya en esta zona es amplia la mayoría de habitantes originarios, nativos americanos (desde la antropología se insiste en dejar de usar el término indígenas, puesto que los únicos indios que hay están en la India, y Colón no llegó hasta allí). Esta esencia de los pueblos pre-colombinos se desprende en cada calle, en cada esquina, en cada mercado, en cada restaurante...


SAN SALVADOR DE JUJUY:

Es una ciudad de casi 250.000 habitantes, pero a pesar de no ser un pueblo y carecer de tales encantos, sí que uno percibe el alboroto de la vida callejera de esta población. Aseguro que no es para nada comparable a lo que vi en el resto del país. ¡Bien plena de constrastes que es la Argentina!

Aquí se montan centenares de puestitos en la calle donde te venden de todo, desde ropa para todas las edades, hasta la comida más sabrosa de la zona. No desaproveché mi oportunidad y probé algo que me encantó: tamales, que viene a ser el maíz cocinado con carne, vegetales o papas, y finalmente envuelto con las mismas hojas de la mazorca. Delicioso.

Paseando por en centro de la ciudad, y mientras observaba su arquitectura,


decidí entrar a dos museos, el Museo Arqueológico y el Museo Histórico Provincial.

En el primero uno puede obervar numerosos vestigios de los pobladores antiguos de la zona. Desde la Edad de Piedra, pasando por la época de la caza y recolección, y hasta el desarrollo de la agricultura, allí se puede aprender sobre culturas como la kolla, omaguaca, yavi o incaica en la exposición y representaciones que ofrece el museo. Uno puede ver las vasijas en donde enterraban a los niños o bebés una vez desmembrados para facilitar la entrada en esos minúsculos recipientes, simulaciones de cuevas fúnebres, cráneos que eran tremendamente alargados de forma artificial para denotar jerarquía social, collares que conservan su colorido, incontables vasijas decoradas con dibujos que reflejaban su estilo de vida y sus creencias, todo tipo de armas de caza, útiles para la toma de alucinógenos que les transportaban al mundo de los dioses, "la auténtica realidad"...

Muy cerca de allí se encuentra el segundo museo que visité, el Histórico Provincial. Se ubica en el interior de una vieja casona colonial, justo en donde pereció asesinado el General Lavalle, líder de estos pueblos durante las guerras civiles del s.XIX contra el poder federal de la capital. Este museo, cuya exposición es claramente post-colonial, resulta muy interesante para aprender las fases históricas que sufrió esta región por la lucha de sus derechos primero de independencia respecto al colonialismo español, y luego durante las mencionadas guerras civiles.

Muebles de la época, trajes de la alta burguesía y sus respectivas joyas, armas de todo tipo, retratos de gobernantes y de religiosos terminan de completar la exposición.

Solo un día después agarré un nuevo bus y me dirigí un poco más al norte.


PURMAMARCA:

Este hermoso pueblo de parada indispensable, con pernoctación incluída, tiene una maravilla de la naturaleza que no se puede dejar escapar a la vista de cualquier visitante. En uno de los cerros anexos al pueblo, una variedad cromática asombra desde la primera visión. Es sin duda uno de los paisajes más bellos de toda La Quebrada. Es el Cerro de los Siete Colores:




En aquellos días estaba comenzando agosto, y es en ese mes del año donde en toda la región andina se celebran las fiestas en honor a la Pachamama, a la madre naturaleza o madre (mama) tierra (pacha), en las lenguas quechua y aymara.

Los rituales se realizan durante todo el mes, aunque las ofrendas a la pacha son especialmente la primera semana. En Jujuy ya sabía que justo al mediodía en Purmamarca iba a haber una ceremonia, así que cogí el primer bus de la mañana para llegar allí justo a tiempo.

Dicha ceremonia consiste en abrir un hueco en la tierra, el mismo hueco cada año, y en su interior se van depositando todo tipo de productos de la región: alimentos, bebidas, hojas de coca y cigarrillos encendidos. La veneración a la madre tierra tiene lugar en esta época porque es cuando se cultivan las cosechas del nuevo año, y darle de comer a la pacha es sinónimo de ahuyentar los males y otorgarle agradecimiento por permitir las cosechas anteriores y pedir que la del año entrante sea abundante. Esa petición de abundancia se encuentra totalmente ligada a la ofrenda que se le hace, ya que ésta es increíblemente generosa. No miento si digo que más de cincuenta personas podrían haber comido y bebido de aquel manjar ofrecido a la tierra, pero este agradecimiento viene de un respeto a la naturaleza ancestral en estas culturas y que se aleja a años luz de como en occidente entendemos nuestro medio natural. Si aquí el respeto y la veneración tienen su base en que es la madre tierra quien produce nuestros alimentos, quien nos da de comer, quien nos permite la vida, en occidente solo se entiende el medio natural como algo que podemos transformar para convertir en mercancía de intercambio y generar riqueza, o como una fuente de energía, normalmente fósil, no renovable, limitada, que podemos extraer egoísta y ferozmente a costa incluso del desgaste fatal de la propia naturaleza y por ende del resto de los habitantes del planeta. Entendemos la naturaleza como un medio para conseguir un fin, que no es otro que el dinero, mientras que éstas gentes entienden la natura como un fin en sí mismo. Tenemos tanto que aprender de los pueblos originarios...

Siguiendo con el ritual, para realizar la ofrenda se arrodillan un hombre y una mujer (símbolo de la misma fertilidad que luego se espera ser devuelta por la pacha en las cosechas) junto al hueco realizado y echan a la tierra un poco de cada plato preparado y algo de cada bebida. La acción siempre ha de hacerse con ambas manos y no con una sola. La pareja, tras donar a la tierra semillas, carne, tubérculos varios, maíz, sopa, hojas de coca, etc., vierten un poco de vino o cerveza, y luego toman del mismo vaso. Siempre va primero la pacha. Luego prenden un cigarrillo que clavan en el montoncito de tierra que se sacó tras hacer el hueco: ahora es la pacha la que fuma. Pareja por pareja se va repitiendo la acción y la ceremonia no finaliza hasta que no se hayan ofrecido todos los alimentos.

Para un visitante la ceremonia es tremendamente pintoresca. Sin embargo, y obvio que uno no debiera decirlo, la marabunta de turistas superaba con creces a los creyentes de la tradición que realizaban la ofrenda en esta bella y tranquila Purmamarca. Ante tanta expectación y cámaras de fotos, el ritual queda completamente desvirtuado al convertirse casi en una atracción de feria cuando en verdad esta ceremonia, aunque hoy convertida al sincretismo por la mezcla con tradiciones cristianas (estar de rodillas, ofrecer alcohol...), es realmente ancestral. Alguien que conocí me dijo que, si bien el proceso es muy similar, para captar la esencia de la ceremonia hay que huir de estas demostraciones públicas y buscar una ofrenda privada. De hecho, muchas de ellas se realizan en el interior mismo de las casas desde tiempos inmemoriales. En cualquier caso, y con todo el respeto y reflexiones que me produjo observar el ritual, uno solo puede afirmar que el aprendizaje continua.

En este vídeo se observan los instantes antes de que comenzara la ceremonia. Turistas y música andina en vivo, junto a mi mochila de recién llegado al lugar, conforman "el paisaje" y el sonido:






HUMAHUACA:

Este pueblo cuyo nombre ha sido usado para designar a toda la quebrada, significa "cabeza que llora" en la lengua nativa omaguaca, y hace referencia al enterramiento de cabezas -sí, separadas del cuerpo- que se realizaba ancestralmente.

El lugar es bien pequeño, pero sus calles empedradas y angostas le confieren gran belleza. Una de las cosas que más me llamó la atención (que lástima el robo de mi mochila con mis fotos) fue le de encontrar una iglesia en honor a...¡Nuestra Señora de la Candelaria! Tras la colonización de Canarias, tras la masacre española, los ganadores inventaron la Historia -como siempre, ¿verdad?- y crearon el falso mito de que esta virgen se les apareció a la población nativa, los guanches, y así, repentinamente, quedaron cristianizados por la gracia de Dios y el esplendor de la virgen llegando desde las aguas. Incluso en los colegios enseñan el mito, y es que ella, "la más morena", es la Patrona de las islas.

Pues bien, canario que soy, tremenda sorpresa al ver que hay otra virgen con el mismo nombre que también es venerada en el norte de Argentina.

De entre toda la población, sin duda la construcción que más destaca es el Monumento a los Héroes de la Independencia, y que antes fue usado como fortificación de los propios colonos que posteriormente fueron vencidos por estos héroes hoy alabados en forma de enorme escultura.






TILCARA:

Subiendo hacia el norte de la quebrada se halla otro pueblito pleno de tranquilidad andina llamado Tilcara, cuya principal característica es ser la capital arqueológica de la región.

Aquí me hospedé en un hostel muy hippie, y allí nos juntamos mochileros y pibes que allí laburaban para ir a hacer un trekking hacia las Cuevas del Guaira. Preciosos paisajes se vislumbran a ambos lados de lo alto de la montaña en donde se ubican las cuevas, una de las cuales tiene más de 100m de profundidad. Una vez más lamento tanto ese robo...

Allí, en el interior de la cueva, los pibes del hostel, quienes a la vez hicieron de guías, realizaron una sesión de yoga con instrumentos típicos de la India y con cánticos tradicionales, los tantras. Sin embargo, uno sigue siendo fiel a su terrenalidad y ateísmo y sin obviar la comprensible relajación que la situación posibilitaba, estuve bastante lejos de tener cualquier tipo de experiencia mística que los otros, por predisposicón y probablemente sugestión, sí aseguran llegaron a tener. Definitivamente, y a pesar del Chulani, mi lado espiritual va a tener que seguir esperando.

Desde Tilcara, a unas dos o tres horas de caminata, se halla un lugar de indispensable visita: la Garganta del Diablo. Consiste en un accidente geográfico espectacular originado por el movimiento de placas tectónicas que aquí han conformado este desfiladero o cañón de dimensiones brutales y cuyo acceso se ubica subiendo la montaña para apreciarlo desde la altura. Quien escribe marchó solo a su búsqueda, pero en algún momento del camino se despistó para agarrar el desvío y cuando se vino a dar cuenta estaba entrando al mismísimo desfiladero desde abajo. Penetrando en su interior, dando curvas incontables a derecha y a izquierda mientras enormes paredes se alzaban a ambos lados, evitando en la medida de lo posible el agua del arroyo que allí existe en esa época del año -en otra época es río-, así avancé hasta que un muro de piedra enorme frente a mí se convirtió en obstáculo insalvable.

Entrar en la mismísima garganta es asegurarse el asombro por un paraje natural de una belleza magnífica. Al toparme con esas enormes paredes imposibles de escalar al estar completamente humedecidas y resbalosas por la gran cantidad de agua y musgo, pude apreciar desde abajo las instalaciones hechas en lo alto, las oficiales, las mismas que tras pagar un módico precio permiten al turista poder deslumbrarse con la visión de la garganta desde las alturas.

Tentando al cansancio hice el camino de vuelta y subí hasta la entrada donde se aglomeraban los visitantes. Tras la visita aseguro con rotundidad que la experiencia de penetrar con tus propios pies en el lugar, experiencia además gratuita, es millones de veces más emocionante y placentera que observarlo desde el lugar oficial y de pago. Pero no hay fotos que lo atestigüen...


Continuando, por puro placer de caminar montaña arriba, llegué hasta un poblado kolla, cuya ubicación está, a pie, a unas cuatro horas de Tilcara. Allí, justo al inicio del cañón, viven unas cincuenta personas con la mayor de la sencillez que uno pueda imaginar. Sin embargo, el poblado ya ha accedido al la electricidad y tienen hasta una escuelita en donde no solo se imparte la programación escolar nacional sino también las ancestrales costumbres originarias de los pobladores de la zona. Como suele suceder en situaciones así, lo que uno más aprecia es la sencillez de sus gentes, la mirada pura, limpia, sin contagio de falsedad en estos rostros marcados por el suceder de los siglos.

En el paisaje de todas las montañas colindantes hay una planta, que aquí se hace enorme, destacando sobre cualquier otra: son los enormes cactus del norte de la Quebrada de Humauaca.



Antes de continuar mi ruta hacia otro pueblo de ensueño más al norte, aquí pude visitar el Museo Arqueológico, donde se hallan vestigios de la cultura Tihuanacu de origen boliviano, la cultura Nazca, Mochica y Chimú peruanas y, obviamente, la omnipresente cultura incaica. Del noroeste argentino se exponen los materiales encontrados en yacimientos de Salta, Tucumán, Catamarca.. y que pertenecen a culturas como la Aguada, Kolla, Omaguaca, los uquias o los mismos que dan nombre al pueblo, los tilcaras.

El aprendizaje constante que tuve en este pueblo terminó de completarse visitando el yacimiento llamado Pucará. Consiste en la conservación y reconstrucción de un poblado que data de hace miles de años. Los primeros indicios de población en la quebrada son de hace doce mil años, cuando estos pueblos se hallaban en la época de la caza y recolección, si bien la ocupación masiva de construcciones como los pucaras no se hizo hasta hace unos dos mil años.

Su ubicación se instala en lo alto de un pequeño cerro en donde hay unas vistas fabulosas de la quebrada, pero también era un lugar estratégico para la defensa de posibles ataques. Y en la época en que la ocuparon, la población usaba tanto la ganadería y el pastoreo -particularmente vizcachas, guanacos y vicuñas- como la agricultura -cultivando maíz, papa, o legumbres como los porotos- . En el poblado existían las terrazas para las cosechas y corrales para guardar el ganado en su parte exterior, pero también en su distribución se ubicaba a un lado la zona de viviendas, en otro lado la necrópolis, y el templo en la parte más alta.



IRUYA:

Cientos de kilómetros más al norte, ya incluso fuera de La Quebrada, y perdido entre majestuosas montañas, se halla este hermoso y calmo pueblo. Hasta Iruya llegué recomendado por el negro, el compañero de casa de Estefi y familia, y cuyos orígenes también son del noroeste argentino. Dos días en absoluta paz y bajo el aprecio de las gigantescas montañas andinas, a cuyos pies se levantó Iruya, terminaron por hacerme admirar con entrega esta zona del país.








SAN ANTONIO DE LOS COBRES:

Sin embargo, aún me faltaba un solo pueblo para concluir mi prolongada, aumentada, extendida e interminable visita a tierras argentinas.

Para llegar hasta allí tuve que volver a Salta y de ahí cinco horas de bus hasta llegar a San Antonio de los Cobres, ubicado a casi 4.000m de altura, en la plena puna andina. El paisaje lo conforman los numerosas y humildes casas de adobe en donde habitan buena parte de los mineros que trabajan en la zona. Como el nombre del pueblo indica, la extracción de cobre es la principal fuente de "riqueza" del pueblo, aunque sería más concreto decir que es su principal modo de subsistencia.

Para los turistas que llegan en el conocido "tren a las nubes", se venden numerosas artesanías típicas o te ofrecen la clásica posibilidad de hacerte una foto con la llama por un precio módico.

En San Antonio de los Cobres tuve la oportunidad de observar una segunda ceremonia de ofrendas a la Pachamama. Antes de que ésta se iniciara, me metí con todo el desparpajo y con cero temor en la casa de la cultura del pueblo donde se explicaba para numerosos periodistas venidos de muchos rincones del norte argentino la importancia ancestral de esta ceremonia. Allí me hice amigo de un encantador matrimonio que tenían otra lectura del mismo ritual.

Su visión me la explicaron mientras nos comíamos un locro exquisito invitados por las asociaciones de originarios que organizaron el acto junto a los periodistas.

Este matrimonio, con quien después incluso hice mi vuelta de regreso a Salta en su auto, perdiendo sin importarme la vuelta en bus que había comprado, crearon, mantienen y tratan de expandir una asociación infantil y juvenil en donde le explican a los niños en las mismas escuelas cómo se efectuaban los rituales de la población originaria antes de la conquista. Su idea, su lucha, es que se recuperen esas tradiciones hoy contaminadas por la influencia cristiana.

Por ejemplo, en la misma ceremonia de ofrenda a la pacha, ellos ni se arrodillaban ni tampoco le daban alcohol a la tierra. El arrodillarse es un gesto cristiano que implica temor y sumisión. A la pacha no se le teme, ni uno tampoco se siente inferior a ella porque, simplemente, uno es parte de ella. De la misma forma, se niegan en rotundo a darle alcohol porque su implantación en América fue traída por los colonos, y las consecuencias de su uso ha traído más pérdidas y desvirtuación para los pueblos originarios que algún tipo de benficio. La pacha no quiere emborracharse, dicha degenaración ha sido impuesta por el hombre blanco. La pacha quiere comer, quiere hojas de coca, quiere fumar, quiere agua o jugo, pero no quiere alcohol.

Lo cierto es que aprendí mucho con ellos, y sus creencias terminaron por tomar un cariz enigmático para quien escribe porque, tras haberme explicado todo ésto, y cuando los gobernantes del pueblo ya acababan de hacer el hueco en la tierra para comenzar la ceremonia, justo en el mismo lugar que el año anterior, vieron con estupefacción que los alimentos de hacía doce meses seguían allí prácticamente intactos. Para un blanquito como yo las únicas palabras que se podrían decir serían:

- ¿Por qué no se pudrieron?

Sin embargo, para mis interlocutores, la única explicación era:

- La pacha ha rechazado los alimentos. No los quiso. Estaban contaminados por la desvirtuación del rito y por abrírselo a los turistas.






No paré de aprender con este matrimonio hasta que volvimos juntos a Salta, ya tarde en la noche, esa sí, la última en Argentina.


De ahí me esperaban no recuerdo cuántas horas, aunque si recuerdo que fueron duras por los contunios ascensos y descensos al atravesar la cordillera, una vez más, y así llegar hasta San Pedro de Atacama, en el noreste chileno.

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Para terminar esta entrada, solo quiero mencionar lo que me ha atrapado Argentina. No miento si digo que no se por donde comenzar para describir tantas y tantas emociones que me ha brindado este país. Podría hablar del asado, del locro, de las milanesas, de las empanadas, de las facturitas, del mate, de los alfajores... La gastronomía es de lo mejor que probé nunca.

Podría hablar de Tierra de Fuego, del Perito Moreno, de las Cataratas del Iguazú, de Buenos Aires, de Córdoba, de Rosario... Los lugares naturales y las ciudades tienen una espectacularidad y un encanto solo perceptible cuando se visita.

Son, han sido, tantas experiencias, tan intensas y hermosas... Sin embargo, hay algo que creo merece la pena destacar por encima de los lugares. De Argentina me quedo con la gente, infinitamente me quedo con la gente. He conocido una amabilidad y hospitalidad sin igual, he sido tratado con muchísima educación por gente de todo tipo, nuca me he sentido desplazado o con problemas para integrarme.

Han sido casi cinco meses los que he tardado en recorrer este país que tanto me ha maravillado. Han sido cinco meses inolvidables, y esta gente, a todos ellos, me los llevo en el corazón.

Viejos amigos reencontrados acá, nuevos amigos hechos en el viaje:

¡GRACIAS!

3 comentarios:

  1. Bueno a petición del público (mi Hijo) cuento lo que me paso en Jujuy.
    Quería ir a Purmamarca.
    Paso el puente de entrada a la ciudad y me dirijo a Información Turística para pedir la información necesaria. Estaba cerrada y me encontré un poco despistado. ¡Pregunto a un taxista!
    ¿Por favor me podría decir? , ¿Por donde tengo que ir a “PUTAMARCA”?.
    Contestación:
    A Purmamarca se va por este lado y a la “PUTA DE SU MADRE POR ESTE OTRO”.
    Por supuesto que no se quedó a darme más explicaciones, salió tan rápido que no pude ver ni el humo de su escape. Enseguida entendí lo mal que me expliqué y al segundo comprendí su “calentura”, quedé tronchándome de risa durante bastante tiempo,

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  2. Jajajajaja...¡GRANDE, VIEJO!
    Jajajajajaja....

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  3. Q bueno... q bien escribes joder! Lo q mas me gustó fue la parte del final...sobre la gente. ya me sonaba ;)

    Esther

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