viernes, 18 de junio de 2010

Mendoza. Visitando una vieja amiga entre celebraciones bicentenarias.

Santiago - Mendoza - 760km (ida y vuelta) (Total - 18.580km)


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Antes de volver a Santiago para la boda a la que fui invitado, tal y como mencioné en la otra entrada, pasé una semanita en Mendoza para no retrasar más aún el viaje.

Juan, en Mar del Plata, y cuando en una conversación sobre el viaje comentábamos la ruta que en principio iba a realizar por este país, me recordó que en Mendoza se encontraba una amiga en común y que prácticamente había borrado de mi memoria (algo bien recíproco como explicaré más adelante).

Celina pasó unas semanas en mi casa de Barcelona hace unos cinco años. Era amiga de una amiga, y no tenían donde alojarse, así que aquel "Hostal Hugo" volvió a acoger a unas viajeras errantes, como en tantas otras ocasiones. Lo que nunca imaginé es que ese favor me iba a ser devuelto en su casa aquí en Mendoza.

Me puse en contacto con ella por mail. Su primera respuesta fue:

- Si vos te creés que por el nombre me voy a acordar de quién sos la llevás clara.

Todavía lo recuerdo entre risas. Si yo casi no recordaba aquellos días donde se alojó en mi casa, ella no me reconocía ni por el nombre. Cuando, tras el intercambio de mails, cayó en quien le escribía, enseguida me trasladó, casi rogó, que su casa era también la mía y que no dudase de quedarme el tiempo que quisiese ya que sería totalmente bienvenido.

Los días en Mendoza, y la hospitalidad a mi llegada, vienen a suponer un punto más a sumar en la enorme suerte que estoy teniendo en este viaje en donde en tantos lugares me están recibiendo con los brazos abiertos y haciéndome sentir que soy de todo menos un extraño. Me siento tan afortunado como agradecido. Esta situación facilita con creces que durante este periplo americano que comenzó el seis de marzo me esté cargando de una tremenda energía positiva. Esta forma de recuperar amistades y de recibir el calor de todas las casas por las que voy hospedándome me hacen reflexionar constantemente sobre lo importante que es no solo hacer amigos, sino también mantenerlos, y este tipo de visitas que tengo la suerte de estar realizando están posibilitando que no solo conserve, sino que además refuerce con creces muchas de esas amistades.

Otra de las situaciones que me hacen llenar de sonrisas mi cara es cuando pienso que en Barcelona siempre hospedé gente en casa, incluso amigos de amigos que no conocía. Nunca imaginé que ese pequeño favor me iba a ser devuelto cuando me encontrase cumpliendo mi sueño. De verdad que soy afortunado.

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Cuando salí de Santiago, varios de l@s pedazo de amig@s que dejo en Chile me dijeron que ni se me ocurriera dormirme en el paso fronterizo en las alturas andinas. El paisaje es bellísimo y se disfruta el triple si hace buen día, tal y como pude disfrutar.

Cuando empezamos a subir montaña arriba, las curvas constantes ralentizaban la velocidad del autobús.



Sin embargo, al mismo tiempo también se hacía posible que, al no poder bajar nunca del colectivo, pudieras seleccionar con calma buenos planos con la cámara en la mano.



Tan pronto podías encontrar un desfiladero enorme,


como apreciar las huellas perfectamente visibles de las inmensas cantidades de agua que tiempo atrás debió descender por aquí. Aunque esos días no corría tanta, su presencia, aunque escasa, embellecía aún más el paisaje.


La hora en la que pasábamos la frontera (con esos larguísimos trámites a los que ya me he ido acostumbrando) posibilitaba que pudiésemos obervar los juegos de luces del inminente atardecer que se cernía sobre nosotros.





Ese mismo paso fronterizo lo hice dos veces más, tres en total. La última de ellas, cuando ya me desplazaba directamente de Santiago a Córdoba, el paisaje que econtré había variado drásticamente pese a encontrarnos en el mismo punto. La cercanía del invierno fue la encargada de que me maravillara ante el espectáculo que desde dentro del autobús se nos presentaba al mirar afuera:

El blanco radiante de la nieve había pasado a ser el color que caracterizaba estas tremendas montañas al cubrirlas prácticamente por completo justo la noche anterior:


Pero volvamos a Mendoza...

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Tierra del vino por excelencia en este enorme país argentino, Mendoza presume de tener las mejores cosechas de uva en muchísimos kilómetros a la redonda. Ciertamente, denominaciones tales como Malbec o Cabernet Sauvignon (ésta última originaria de una cepa francesa que acá ha crecido con un gusto y sabor casi mejor que su Burdeos natal), confirman este orgullo mendocino.

De hecho, buena parte del turismo en crecimiento que ofrece la ciudad consiste en la visita a chacras (granjas) para realizar, y deleitarse, con la cata de las últimas cosechas. Aunque no lo hice ya que no me seduce tanto, aseguro que vino si que probé en esta tierra y es sencillamente magistral, riquísimo.

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La noche que llegué, Celina me esperaba en su casa, aunque no en el mejor de los momentos, precisamente. Me explico. Psicóloga de profesión, tiene la suerte de poder ubicar la consulta en su propio hogar. El problema es que no es muy buena idea recibir visita cuando un paciente se halla en plena trasmisión de anhelos y frustraciones.

La casa de Celina tiene paredes muy finas, y se oye absolutamente todo. Nos saludamos con tremenda alegría por consumar el reencuentro, pero enseguida me contuvo rogándome silencio ya que en la habitación pegada a la suya, donde luego esperé, se hallaba el paciente.

Media hora después terminó la consulta. Pocas veces me he sentido más incómodo que en esa media hora. Aseguro que se escuchaba cada una de las palabras que salían de la pieza contigua. Me tapé los oídos, trataba de pensar en cualquier cosa menos en lo que escuchaba, procuré leer para distraer mi atención...Fueron intentos con poco éxito. Cuando Celina salió le dije:

- Tía, gracias mil por ofrecerme tu casa, ¡pero te aseguro que cuando tengas una cita me largo por patas!

Entre risas me reconoció que, desde el otro lado de la puerta, ella tampoco estaba concentrada del todo en su paciente al saber perfectamente que su invitado se estaba enterando de todo...

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Ya a la mañana siguiente, y durante los días venideros, salí en la bici de mi amiga a recorrer un poco su ciudad y conocerla. La primera y necesaria visita era el enorme, gigantesco, Parque de, como no, San Martín.


Sus dimensiones son tan descomunales que en su interior se ubican centros deportivos, lagos,



e incluso...¡una universidad!. Ciertamente es un parque precioso que define muy bien la preocupación de Mendoza por realizar y mantener numerosos espacios verdes. La famosa Alameda en las cercanías del centro así lo demuestran (aunque aquí decidí "apagar" el color):


Incluso en todas sus calles, obviamente las más cercanas al núcleo urbano, poseen árboles en cada una de las veredas. Esto me llamó la atención gratamente y así se los hice saber a los mendocinos.



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Con Celina también tuve la oportunidad de tener un nuevo reencuentro. Cuando ella estuvo de visita en Barcelona, en una de las paradas de aquel viaje que hizo por buena parte de España y algo de Francia (con detención policial por tener caducada la visa incluída), su madre también acudió a visitar a la "niña". Junto a su tía recuerdo que prepararon en mi casa una cena deliciosa que me dejó, junto al hecho de conocerlas, un gratísimo sabor de boca.

El domingo siguiente a mi llegada, pude volver a catar la maravillosa comida que prepara esta mujer que también tenía muchas ganas de volver a verme. Junto a buena parte de la familia, dicha comida se realizó en la quinta (finca) donde viven. El lugar es enorme: canchas de fútbol, voleibol, infinitos juegos para niños, un pequeño embalse donde pescar...una auténtica zona recreativa que alquilan a grupos para hacer fiestas, asados, o simplemente practicar deportes.

El locro, plato que me hizo recordar bastante a la fabada asturiana y que aquí tiene origen precolombino, fue la elección de la cocinera ya que estábamos en venti-cinco de mayo. Ese día se conmemora el aniversario de la formación del primer gobierno patrio y son muchísimas las familias que se reúnen en todo el país para degustar un plato tan tradicional como éste. Estaba simplemente delicioso. Definitivamente fue un muy placentero reencuentro.

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Hubo una coincidencia en mi visita a Mendoza que ni pude imaginar. Allá por mayo de mil ochocientos diez se produjo la independencia del país de la corona española, y es precisamente el venti-cinco de mayo el día señalado en tan importante efeméride. Sin saberlo me iba a introducir de pleno en las celebraciones del Bicentenario de la nación.

Por todo el país los festejos caracterizaron esos días y en parques, plazas y avenidas se dieron cita numerosos y variados actos que tiñeron las ciudades del albiceleste color patrio.

Mendoza no iba a ser menos, así que junto a Celina fuimos a uno de los parques para escuchar folklore tradicional entre tiras de riquísimo asado.



¿Hay una estampa que defina mejor la gastronomía argentina?


Entre carne y vino, y chacareras (música y bailes tradicionales) de fondo, solo podía sonreír de bienestar.


Ya a la noche del mismo día venti-cinco, fue en la Plaza de la Independencia donde continuaron los actos con más comida, repostería, artesanías de lo más variopintas...y como no: ¡más folkore en vivo! Ese día se me olvidó la cámara. Una lástima ya que con gusto hubiera grabado un vídeo en donde, con la banda mendocina Markama sonando, y para cerrar su actuación y la totalidad de los actos del bicentenario, decenas y decenas de personas bailaban al compás de la canción "Señora Chichera" agarrados los unos a los otros por toda la plaza en un inmenso "tren".

Viejo, te hubiera encantado verlo...


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Mi visita a Mendoza, como bien hablé con Celina, fue bastante tranquila en comparación con el ajetreo festivo que "sufrí" en Santiago. Tan solo salimos una noche a un concierto de unos amigos de ella, y aunque lo pasé genial no volví a repetir más salidas nocturnas esa semana.

Más pronto que tarde me tuve que despedir de mi amiga, después de este viaje bastante más amiga que antes, para tornar a Santiago y acudir a esa boda a la que nunca imaginé ser invitado.

Celina, miniña, un millón de gracias por tu hospitalidad y por tratarme tan tan bien. Me llevo un recuerdazo tuyo y de tu ciudad.

6 comentarios:

  1. Hugo, me has hecho recordar lo bien que lo pasé por esa tierra de gente increíble.
    También disfruté de esos asados, pero te aseguro que con menos vivencias e intensidad de lo que tu estás viviendo.
    Muy identificativo por ahí el tema de Señora Chichera, creo que lo escuché y canté antes de que saliera al mercado por Inti-Illimani, ¿te acuerdas?
    Las Chacareras bailadas son tan geniales como la Samba con sus movimientos de pies y manos. Ya verás cuando llegues a Salta, no querrás salir de las Peñas en la calle Balcarce. Yo me hospede en la misma calle en el Hotel Altos de Balcarce, que poniendo el pie en la acera ya estaba cantando y con un ET sin pedirlo.
    Me vuelvo a alegrar de lo mucho que disfrutas. Desde aquí quiero agradecer (Como Padre) lo bien que te tratan todos tus amigos.

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  2. Impresionante paisaje! me estaba recordando a into the wild! y además tienen rico licor de Baco! me lo apunto como sitio preferente a visitar! me encanta esa foto con la chaqueta roja y los ojos verdes con chispa de vino :), denota muchísima felicidad! sigue viviendo y disfrutando y sigue contándolo
    Sara Real

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  3. Viejito, vaya vino el mendocino...¡VAYA VINO!, jejeje. Te veo muy inquieto ante mi llegada a Salta: ¡aún me falta mucho!. Tranquilo que seràs el primero en saberlo.
    No se quien es la Señora Chichera pero claro que me acuerdo de la versión de Inti Illimani, ¡es la primera que oí!
    ¿Te gustò el nuevo diseño del blog?
    Besos, viejo...

    Sarix: Guapísimo ese paso fronterizo, espectacular. En ocasiones me hacía recordar al Cañón del Colorado, obviamente por lo que conozco de las pelis.
    Y sí, ¡estaba muy feliz en ese bicentenario!, jejeje.
    Mmmmmuas, ¡TQM!

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  4. ..como todo lo que se da se recibe.......
    siempre tendrás perfectos huecos y abrazos emocionados para tí... y nunca te faltará ese sitio, esa mirada tuya... nunca deja indiferente... ojalá me conviertiera en alguien que viva por esas tierras y vengas y te quedes una semanita conmigo!!! jajajaj! sé que flipo! pero es que contigo, siempre siempre... flipo! eres grande y te seguiré toda la vida!!

    ánimo niño! recibe un abrazo enorme de las tres!!
    sobra decirlo, pero te lo digo: te quierooooo

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  5. Hola Huguitoo!!! acá recién poniéndome al día con tu periplo... pensaste que nunca más volvería a este blog, no es así? jajajjaja verás que no, ya que me acuerdo bien a menudo de tí y de los días que vivimos acá en Santiasko. Veo que te sigue yendo excelente; conociendo bellos lugares y bellas personas. Qué mas se puede pedir?

    Un beso y abrazo grande a la distancia, ah! y cuando quieras te vienes otra vez, acá tienes tu casa :)

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  6. Gracias mil, Conti.

    Mil millones de besos desde Salta hacia Santiago, ¡po!

    ;-D

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