lunes, 21 de junio de 2010

Córdoba. La mejor onda de Argentina

Santiago de Chile - Córdoba, Argentina - 1450km (Total 20.030km)


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Tras salir nuevamente de Santiago, dieciocho horas de ómnibus me llevaron de retorno a la Argentina, concretamente hasta la segunda ciudad más importante del país, y probablemente junto a la población más divertida y risueña dentro de éstas fronteras: Córdoba.

Hace tres años, en Barcelona, un buen amigo cordobés, Dieguito, recibió la visita de dos de los impresentables de sus amigos de la infancia, Vene y Fabri. Hace ya algún tiempo que Vene hizo ese viaje varias veces, y hoy se encuentra al otro lado del charco compartiendo piso en el Raval con el propio Dieguito. Sin embargo, Fabri continúa acá, y nadie mejor que él para recibirme en esta entrañable ciudad.

La primera noche, nada más llegar, arreglamos para vernos. Cuál fue mi sorpresa al llegar al bar donde habíamos quedado y encontrarme no solo a él y varios amigos, sino que poco a poco iban llegando más y más. Fabri había convocado a todo el mundo con la única excusa de darme la bienvenida. Yo, realmente, alucinaba con el recibimiento.

Se que quedará muy pomposo, pero puedo asegurar que ese grupo de amig@s son una gente increíble. Su trato es demasiado fácil, su cercanía es inmediata, su amabilidad es extrema y su buen humor es constante. La suma de todo esto hizo que me cautivaran desde el primer momento.

Recuerdo mi estupefacción cuando, a la hora de pagar esa cena y sus correspondientes cervezas, quien escribe hizo el gesto de sacar la guita del monedero para pagar su parte y prácticamente todos, al unísono, aclamaron:

- Ché, ni se te ocurra intentarlo. Vos sos invitado, ¿cómo vas a pagar?

De verdad que ni pude insistir en que repartiésemos la plata a pagar por cabeza.

De izquierda a derecha, y de arriba a abajo: Julieta, Carol, Fabri, Luciana, Carly, Cari, Fede, servidor, Moni y Fernando.

El broche de oro a tan sorprendente bienvenida fue cuando llego Moni y enseguida comenzamos a hablar. Casi al cruzar las primeras palabras ya me preguntó donde me hospedaba. Le dije en el hostal donde ya había dejado mi mochila y pagado la primera noche. Ella, sorprendida, respondió cómo es que con toda le gente que había en la mesa podía ser que estuviese en un hostal. Yo, sin saber muy bien que responder, dije, en voz baja, que nadie me había invitado.

Pues, efectivamente, la semanita que pasé en Córdoba, excepto esa primera noche en aquel hostal, tuve la suerte de dormir en el sofá de casa de Moni, a quien siempre estaré re-agradecido.

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Córdoba es una gran ciudad, la segunda más grande y populosa (casi un millón y medio de habitantes) de este gigante país. De entre los numerosos sitios que se pueden visitar, en el centro histórico destaca la arquitectura heredera de los jesuítas que hace siglos poblaron Córdoba incrementando con ello la importancia que siempre tuvo la ciudad en la geografía argentina. De hecho, hoy en día perduran, de alguna manera, los conflictos verbales con los porteños por destacar cuál es la ciudad más importante del país, tanto en la historia como en la actualidad. Ciertamente, en todo el país existe un clara intención de diferenciar al porteño del que no lo es en un actitud que traspasa las fronteras (hasta en mi micro isla tinerfeña están mal vistos los que somos de la capital urbana, Santa Cruz...).

Pero volvamos a Córdoba. Paseando por sus calles la verdad es que encuentras rincones muy lindos, pero esa belleza aumenta cuando desaparece la luz diurna y son los focos los que se encargan de embellecer las partes más emblemáticas, como la cañada que atraviesa la ciudad.



Así, si durante el día no puedes dejar de visitar el Parque Sarmiento para tomar unos mates,


a la noche se hace imprescindible sentarte un rato frente a la fuente que se ubica al costado de la antigua cárcel de mujeres -hoy llamado el Centro del Buen Pastor y actualmente reconvertido en complejo cultural, turístico y recreativo-.


De la misma forma, uno puede comprobar perfectamente esta distinción en la belleza arquitectónica de la ciudad en función de la hora del día cuando pasea por el centro y obervar la Plaza del General San Martín de día,


o de noche.

Ciertamente, la belleza de la Catedral, junto a las construcciones de la "manzana jesuítica" que se halla junto a ella (y que comprende iglesias, colegios, universidades, y demás complejos religiosos,) adquieren gran vistosidad con la iluminación que se le dio recién con motivo del patriótico bicentenario.




Hasta el Teatro acá se llama San Martín...

No me equivoco al afirmar que Córdoba, a la noche, es precioso.

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Como no todo es urbe, me informé las posibilidades que existían para conocer los alrededores de la ciudad. Así descurbí que cerca de Córdoba se encuentra su famosa sierra con múltiples visitas y "trekkings" disponibles. Me decanté por el cerro de Los Gigantes, sobre el cual me trasladaron las serias posibilidades de ver cóndores...

Dicho y hecho. Cuando, tras el madrugón, llegamos hasta la base del cerro, el guía nos dijo que, dada la ausencia de viento y nubes, era muy probable que aquel día tuviéramos la suerte de poder divisar sin muchos problemas tan majestuoso animal. Él no sabía que aquel día iba a ser muy especial no solo para los turistas que, cámara en mano, esperábamos la aparición de esta ave mítica, sino que para el guía mismo también estaba por aproximarse una gratísima sorpresa.

De esta forma, con visibilidad total y ausencia de viento, comenzamos el ascenso hasta el cerro.


Cuando no llevábamos ni diez minutos caminando el guía avistó algo en lo alto:

- ¡Chicos!. Miren arriba. ¡Allá se ven dos!

No es que hubiésemos tardado poco tiempo en divisar alguno. ¡Es que nada más comenzar ya vimos dos! Las sonrisas de satisfacción que teníamos, unida a la ilusión por irnos acercando hasta las alturas donde planean, eran quienes estaban guiando nuestros pasos.

Continuábamos el ascenso y los cóndores seguían apareciendo. Realmente estábamos viendo bastantes, y cada vez más cerca. El guía comenzaba a sorprenderse a pesar de trabajar subiendo al mismo cerro unas tres veces por semana...



Más allá de los cóndores, es necesario comentar la belleza del lugar. Aunque las fotos, como casi siempre, dicen algo por sí solas, en mi memoria se establecía constantemente una asociación de ideas entre la sierra que tenía frente a mis ojos y una de las montañas más míticas en las que estuve, la Montserrat barcelonesa:



El tiempo pasaba mientras el final del ascenso se acercaba. Caminando entre cerros,




deleitándonos con la vista que surgía ante nuestros ojos al mirar atrás,



observando desde lo alto la gran cantidad de metros que habíamos ascendido,


apreciando las curiosas formas de las rocas cuando, con la erosión del paso de los siglos, dibujan con sorpresa algún rostro humano visto de perfil,



o traspasando pasadizos a primera vista impracticables,



por fin llegamos a lo alto del cerro.



Tras comer algo y descansar las horas de subida, algún presumido pájaro también reclamaba su derecho a ser observado en torno a nosotros.



Sin embargo, está bien claro que en lugares como éste son los cóndores los auténticos protagonistas. Al estar ya en la altura donde más cerca se pueden ver, y tras haber avistado aproximadamente una docena durante la subida, lo mejor estaba a punto de suceder. Mientras comíamos, uno de mis compañeros de caminata gritó, mientras señalaba con su brazo totalmente extendido hacia mis espaldas:

-¡Miren allá! ¡Ahí vienen muchos!

Todos nos dimos la vuelta. No solo venían unos cuatro o cinco de golpe, sino que además ¡venían hacia nosotros!

Solté el bocadillo a toda velocidad, y con tembleque nervioso saqué la cámara pensando que no me iba a dar tiempo de tomar la foto que todos buscábamos: un cóndor a escasos metros. Y, lamentablemente, así sucedió. Su planeo aprovechando las corrientes de aire que suben montaña arriba los hacen desplazarse a una velocidad vertiginosa para nuestras humanas y terrestres mentes. El cóndor más cercano estaba a punto de pasar a nuestro lado y yo aún quitaba la cremallera de la funda de mi cámara. Si digo la verdad, en ese momento me importó muy poco. De hecho dije:

- ¡Da igual! ¡Prefiero disfrutarlo con la vista!

Y el cóndor pasó...

Sin embargo, cuando los vimos alejarse, una nueva corriente de aire de otro cerro cercano les hizo variar su dirección para...¡volver hacia nosotros! El guía ya alucinaba del todo. Muy pocas, poquísimas veces como luego nos reconoció en el coche de vuelta, había visto tantos cóndores, y mucho menos tan cerca, pero menos aún volviendo a acercarse tan rápidamente ante nuestra presencia justo después de haberse alejado. ¡Era como si quisiesen volver a saludarnos!

Ciertamente, la primera vez me dio igual no hacer la foto porque disfruté con mis sentidos el tener a este enorme pájaro tan cerca (con sus alas abiertas puede llegar hasta los tres metros), pero en esta segunda ocasión me dije: ahora sí que los inmortalizo para mi blog, y para poder compartirlo con todos ustedes:







Mágico, amig@s, fueron momentos mágicos.


Al poco tiempo de haber pasado tanta emoción, iniciamos el descenso por otra vertiente del cerro. Las vistas seguían maravillándonos.





Esta bellísima caminata incluía también la visita a pequeñas cuevas forjadas en las rocas a través de miles de años, y cuya belleza radica en la vegetación constante que se forma a su entrada propiciada por el flujo constante de agua que procede el interior de la misma piedra, de las entrañas de la Madre Tierra...





Realmente fue un día inolvidable a sumar a los lugares extraordinarios que he visitado a nivel naturaleza en este SueÑo ReaL.

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En Córdoba, como en todas las grandes ciudades, el turismo que alguien como yo puede realizar es imposble que quede exclusivamente destinado a la visita de monumentos, parques o plazas, o a visitar la salvaje naturaleza que pueda existir a las afueras; es decir, no todo es disfrutable durante el día. Y como me encanta la noche, la joda tampoco faltó en esta ciudad. El día en que, sin duda, mejor lo pasé, fue cuando fuimos a "Tsunami", un centro social donde se imparten todo tipo de talleres y donde también hacen fiestas de música gitana del este de Europa, al estilo que popularizó Kusturica, algún fin de semana. Entre fernet y fernet, la auténtica bebida alcohólica, aunque de origen medicinal, que consumen masivamente los cordobeses, no paré de reir y bailar en esta pedazo de fiesta. Gracias por llevarme, mis niñ@s. La pasamos bárbaro -aunque perdiese mi gorra-...


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Aunque en otra ocasión el Fabri también me sacó en auto de la ciudad para conocer otra parte de esta mítica sierra que aún desconocía -si bien es cierto que la posterior visita a la fábrica de alfajores casi la supera-,


había algo que hacer en la ciudad antes de mi partida, y era visitar a los padres de Dieguito. A ellos tuve la suerte de conocerles también hace unos años en Barcelona. Con lo buena gente que son uno no acaba de entender cómo les salió un hijo tan macarra que incluso prefirió marchar de Córdoba dos semanas antes de mi llegada porque después de varios meses no aguantaba más. Supongo que son desviaciones evolutivas mezcladas con influencias sociales ajenas al lecho familiar...

En cualquier caso, y bromas aparte, cuando los conocí me pareció un matrimonio entrañable, cargado de demasiada buena onda y risas constantes. El parecido de Diego con su padre es algo tan asombroso como las buenas sensaciones que no solo dejaron en mí, sino en todos los que los conocimos.

Tal es el grado de simpatía que les agarré, que posibilité a mi viejo, cuando estuvo por acá, que se pusieran en contacto para tomar algo, como así hicieron. Mi visita a la casa se hizo esperar, pero tuve el placer de volver a encontrarme con ellos y conocer a su hija y sus dos nietos (el de la derecha no es ningún nieto, ni siquiera familiar, pero quería salir en la foto):



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Otra de las visitas imprescindibles que debía hacer en las cercanías de Córdoba era la visita a Alta Gracia. En esta pequeña villa uno de los ídolos y referentes de los que alguna vez nos preocupamos por la justicia en el mundo, o la lucha contra el hambre o la explotación de los pobres, pasó doce años de su infancia. Aunque la familia de Ernesto Guevara cambió varias veces de hogar durante su estancia en este apacible lugar, caracterizado por el buen clima y aire limpio que reducía bastante los ataques de asma del pequeño Ernestito, hay una casa en particular donde pasaron muchos años. Hoy está reconvertida en museo y homenaje a la figura del Ché:


A pesar de que tuve la oportunidad de estar en el inmenso monumento que honra su memoria y sus restos en Santa Clara, Cuba, hace unos años, la emoción que sentí en este lugar por la admiración de su figura fue inmensamente mayor de lo que experimenté en la isla. Acá está todo estructurado con gran respeto y devoción hacia lo que fue su vida, solo que desde su infancia. Lo que transmiten es que, a través de la comprensión del propio aprendizaje de Ernestito, el visitante vaya deduciendo los pasos que este normal humano dio para llegar a convertirse en mito.



Desde sus notas escolares hasta pequeñas cartas desde la más tierna edad, uno va asimilando habitación a habitación, y con mayor emoción incluso que la biografía de setecientas páginas que hace años leí, quien fue el Ché.



El hecho de ir viendo esas fotos mientras pisaba el suelo de la que fue su casa, unido a la carga emotiva que predomina en la exposición del museo, me iban conmoviendo un poco más a cada paso.

Incluso hay una réplica de la moto con la que marchó de viaje junto a su amigo Alberto Granados. Ese viaje marcó definitivamente al joven Ernesto para terminar de tomar conciencia con lo que realmente estaba pasando en un continente asediado por las dictaduras y la explotación de los pobres. Fue en ese viaje donde la indignación por la perpetua miseria que observó cambió el destino de su vida.


En esa búsqueda constante, Ernesto Guevara llegó a México, donde conoció a Fidel y armaron la revolución contra la dictadura de Batista. Fue ahí donde Ernesto se convirtió en el Ché, y donde se forjó su memoria imborrable.

En el museo no solo exaltan su visión de compromiso con la injusticia mundial, sino que también, entre testimonios de amigos de la época, también tratan de transmitir esa otra faceta de él a veces ignorada: el Ché como padre:





s tan grande su legado, no solo de palabra, sino de acción, que en esa visita al museo uno no sabe si simplemente quedar maravillado ante lo que representa esta figura o cambiar radicalmente de forma de vivir y empezar a hacer algo de verdad.



Ciertamente, en una sociedad donde los valores como la solidaridad, la empatía, el acercarse a los desfavorecidos, y que quizás son los valores realmentes importantes en tanto que seres humanos se están quedando en un plano totalmente muerto, inerte, ante la avalancha de consumo y codicia, releer al Ché, acercarte a él, inyectarte su sompromiso, se hace cada vez más necesario.



Todos fuimos niños ingenuos, unos con más suerte que otros. Unos con columpio en el jardín y rechazando la comida que no les agradaba al paladar, y otros entre planchas de metal para construir su casa y sin pan que llevarse a la boca. El Ché tuvo la suerte de ser de los primeros, pero su vida cambió cuando descubrió la injusticia de cómo viven los segundos.

Sin evitar nunca que aflore las veces que quiera ese niño que llevamos dentro,



no nos olvidemos de que en la inmensa mayoría del planeta habrán otros tantos niños que serían más felices si nosotros, los afortunados, tuviéramos esa fe ciega en la justicia, esa pretensión constante de erradicar el hambre, esa lucha constante que Ernestito, el Ché, tenía:



Este mundo necesita más gente como él.

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Y así se fueron agotando mis días en Córdoba. Ya en la última noche se repitió lo mismo que en la primera. ¡Habían quedado tod@s los chic@s para despedirme! En esa cena, Carol y Carina me tenían un regalito preparado que me emocionó mucho. Tal y como avancé más arriba, el día de la fiesta gitana, y en uno de mis múltiples despistes motivados por lo etílico de la noche, salí de "Tsumani" sin mi gorra. Dos minutos depués, cuando volví a buscarla, había desaparecido misteriosamente. Da igual, era solo una gorra. Lo que no imaginaba es que estas dos niñas preciosas me iban a hacer un regalo reponiendo lo perdido para imposibilitar que me fuera de Córdoba con cualquier tipo de mal recuerdo. Mis niñas, a tod@s en general: me trataron demasiado bien, chic@s (sobra decir lo que sucedió cuando pretendí pagar mi parte de la cena, ¿verdad?). Ahora sé prefectamente porqué dicen que en Córdoba es donde está la mejor gente de Argentina. Y si me equivoco es que tienen un chamuyo re-bárbaro, pero creo que no. Creo que son un grupo de gente muy especial que me hizo sentir muy bien y muy cómodo. Ya les dije que es muy fácil quererles, chic@s. Muchas, muchísimas gracias por la amistad.


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Y a tí, Moni, gracias es poco, mi niña. Eres una personita muy muy especial que tiene de todo para sentirse bien aunque a veces prefiera un poco de auto-tortura evitable. Espero que Alexander Supertramp y "el ojo que todo lo ve" te ayuden en ese proceso de autoconocimiento que todos pretendemos y solo algunos encuentran.

Gracias mil por hospedarme en tu casa y gracias mil por tu linda compañía. Gracias por dejar que yo también te contase "mis historias" y gracias por abrirte y darme esa confianza que te permitió hacer lo propio conmigo.

Eres un sol, Moni.



P.D.: recuerda que se imitar perfectamente el acento cordoooooooooooooooooooooooooobé.

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Tan solo seis horitas después llegaría a Rosario, donde la familia de una de las amigas a las que más quiero me estaba esperando desde hacía más de un mes: la familia de Agustina...


14 comentarios:

  1. buenisimooooooooooooooo!!! gracias por compartirlo...euuu ya te extrañamos,vente pa córdoba!!! bs

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  2. Iñaki, gracias mil, pero no se que Iñaki eres, joder...kajkajakj. ¿El de Kike????

    Carol: Espero que la entrada refleje el aprecio que les agarré a tod@s...
    mmmmmuas

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  3. Es la 2º vez que lo leo Hugo, que decir? Es sorprendente tu narración sobre los momentos que pasaste en Córdoba.
    La verdad que en mí, lograste que crea que somos unas "maravillas de personas" jajaja... Lo somos, no?
    Te olvidaste de contar que un jueves por la noche nos llevaste a beber hasta las 5 AM, sabiendo que Carolina y yo debíamos levantarnos a las 07 AM para irnos a trabajar jajaja (Obviamente nos re dormimos las 2 y llegada tarde)
    Un placer enorme haberte conocido, un placer enorme tener un amigo en común como Diego. Gracias por tus lindas palabras hacía nosotros. Besote enorme y que tu recorrido por Argentina y el resto del Continente sea de lo mejor...
    Besote enorme!!!!

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  4. Hugooo, por fin me tomo el tiempito para responderte. Antes que nada agradecerte por los alagas para con mi pueblo cordooobe (((pero deja de imitarnos jejejeeee))).
    Fue más que placentero haber compartido esa semanita y en general somos muy afortunados con la calidad de gente que nos visita. He aprendido mucho de ti y me has ayudado aunque casi sin darte cuenta a tomar grandes decisiones.
    ...sito frase del libro “La Felicidad solo es verdadera cuando es compartida”, gracia por compartir tu sueño real con nosotros y gracias por la compañía.
    Sabes que en mi casa siempre habrá un sofá para ti… besotes miles, y como suelo decir yo, cuidate pero hace mucho ruido!!!
    Muack

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  5. Cari: jajajaja...tines razón: me olvidé de comentar ese día. De hecho fue la primera borrachera...jajaja. Estuvo divertidísima esa noche. Recuerdo que en el bar me recibieron con un de mis canciones favoritas de toda la vida según entrábamos: "Interstate Love Song" de Stone Temple Pliots. Fue el presagio, jajaja. Hasta a la Moni emborrachamos, jajaja...
    Me alegro mucho que te guste lo que opiné, mi niña. Y sí: ¡¡¡es verdad que son lindísimas personas tod@s!!!!
    mmmmmmmmmua

    Moni, mi niña, ¿y qué te digo ahora?. Me alegra muchísimo si algo de lo que hablamos tiene un efecto positivo. Te aseguro que en mi causaste esa sensación: buena onda y alegría, sobretodo por haberte conocido.
    Me cuidaré poco y haré todo el ruido...
    ;-D

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  6. Todo un lujazo de visita a tan maravillosa ciudad! Muchas gracias, Hugo, por tan conmovedora, tierna y divertida a la vez, narración de tu experiencia. Tengo que confesar que ahora leyéndote me surge una ligera sospecha de que lo de los cóndores también lo preparó Fabri para darte la bienvenida :-)))
    Un gustazo leer que existe tanta gente maravillosa en el mundo que te hacen sentir como en casa!! Un abrazo.

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  7. Hug1t0... joder, ver Cba. desde los ojos de alguien de afuera es siempre algo que me llena el pecho de orgullo. Cuando alguien te hace admirar algo que tenés al frente de tus ojos todos los dias y que suele pasar de largo... joder. Cachetazo en un dia frio... ouch!
    Mi "Docta" es hermosa, y una de las principales cosas que la hace tan cautivante es que hay gente de todos los rincones de Arg. (gracias a la universidad).
    El que hayas pasado por aca solo te logra condicionar, ja ja ja ahora tenes otra posibilidad mas a donde vivir por un tiempo!!!

    Abrazos, hermano

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  8. More: muchas gracias por tus palabras, mi niña. De verdad que me provocan sonrisas...
    ;-D

    Fede: Solo decir: MUCHÍSIMAS GRACIAS OTRA VEZ, ¡SON UN ENCANTO DE GENTE!

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  9. Killo Huguito, he vuelto a encontrare con tus aventuras tras el mamoneo de mis exámenes opositores.

    Veo que va todo viento en popa, pero... no dices nada de la fama sobre Córdoba de la belleza de sus "minas". A ver si dices algo de eso, no sea que sea todo un mito...

    Un abrazo tío!!

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  10. Chaparro: las minas de Córdoba las más lindas de Argentina con enooooooooooooooooorme diferencia, killo, jajajajajajaja. Tenlo por seguro...
    ;-D
    Espero que hayan ido muy bien esas opos, niño.
    Abrazo desde Salta...

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  11. inmensoooo mi niño!!!! qué decir!!
    ole, ole y OLEEE!!!!

    en el cor...

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  12. Excelente!! siempre he pensado que Córdoba tiene la mejor onda de nuestro país vecino, la gente es increíble!

    Besos :))

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  13. Meli: gracias por leerme, mi niña. Te quiero muchísimo, amor.

    Conti: Confirmadísimo hasta en los cordobeses que me encuentro fuera de Córdoba. ¡Lo mejor!
    ;-D

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