lunes, 4 de octubre de 2010

Salar de Uyuni, Bolivia (más ruta a Oruro). Agosto 2010.


Ver Salar de Uyuni - Oruro 460 km (Total 26.450 km) en un mapa más grande


Desde que comenzamos a adentrarnos en el salar, y hasta que llegamos al hotel donde nos hospedaríamos, pasaron un par de horas en donde el color de la tierra y sus sedimentos iban en continuo cambio.


Tras superar algún inconveniente estilo rueda pinchada,


por fin llegamos al hotel. La construcción de nuestro hospedaje, como no podría ser de otra forma, estaba completamente hecha de un solo material. Desde los ladrillos, mesas, sillas... todo menos las camas y lavabos se ha levantado con lo único que domina todo el campo de visión que uno pueda alcanzar: la sal.



El Salar de Uyuni es el más grande del mundo. Tiene más de 12.000 km cuadrados, y se halla a la misma altura que El Teide: 3.700m de altura sobre el nivel del mar.




Lo que hace 40.000 años era un inmenso lago, hoy se ha convertido en un gigantesco desierto de sal que impacta a la vista desde el primer instante.



Tras la primera capa en la superficie pueden existir hasta 12m de profundidad de distintos tipos de salinización, con lo que el desierto no solo es de proporciones inabarcables con la vista estando sobre él, sino que además termina por convertirse en gigantesco al sumar la cantidad de sal que esconde bajo la superficie. Un auténtico espectáculo.

Y claro, la diversión y el buen humor para los turistas en un lugar tan especial, siempre está garantizada.





Nuestro hotel se hallaba bajo esta montaña que domina, desde uno de los laterales, la inmensa amplitud del desierto.


Y fue allí donde grabé un nuevo vídeo que, de alguna forma, pudiera expresar mejor que las fotos lo que se llega a sentir:








En un marco como éste, y tras haber escuchado las palabras de los guías, anhelaba apreciar con calma uno de los atardeceres más impactantes que se pueden disfrutar en Bolivia.


Las lentas variaciones de tonalidades provocadas por la caída del sol no defraudaron en lo más mínimo.



Simplemente hermoso.


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Y fue así como continuamos el rumbo dejando el salar atrás. Nuestra idea era la de hacer parada en la ciudad de Uyuni que da nombre al desierto, pero aquí me encontré por primera vez con un tipo de reivindicación social, y una forma de ejecutar la protesta, que alguna vez había visto y escuchado por televisión pero que, obviamente, nunca viví de cerca.

Aquellos días existía un grave conflicto entre las provincias limítrofes de Potosí y Oruro. La raíz de la disputa surgió por el descubrimiento de piedra caliza y arcilla suficientes para elaborar millones de toneladas de cemento. Sin embargo, ese hallazgo se produjo en una montaña cuya ubicación no estaba clara si pertenecía a Oruro o a Potosí, y, como suele suceder en estos casos, ambas provincias la reclamaban como propia.

Ante la lenta reacción del gobierno central de Evo Morales (con el que tendré el placer de detenerme para expresar mi respeto en la siguientes entradas), sucedió lo que tantas otra veces en Bolivia: los manifestantes cortaron las carreteras que daban acceso a la provincia de Potosí. Todas las carreteras se encontraban bloqueadas. Este tipo de protestas tienen como fin paralizar por completo culaquier tipo de actividad económica, desde el flujo de mercancías hasta el turismo, siendo, en verdad, el propio pueblo quien lo sufre y no solo el gobierno. Cuando llegamos al salar ya llevaban dos semanas de bloqueo, y de hecho tuvimos que usar más de una carretera secundaria para adentrarnos en el desierto ya que incluso las entradas principales estaban bloqueadas.

La situación continaba sin previsión de que en corto tiempo se solucionase. Nos era imposible seguir al norte usando transporte público. Nosotros mismo estábamos bloqueados. Los guías solo nos dieron dos opciones: o volver a Chile y subir al norte del país para entrar a Bolivia por la provincia de La Paz (lo cual implicaba mucho dinero y muchísimas horas), o arriesgarnos con ellos a seguir en jeep por carreteras secundarias hasta llegar a la ciudad de Oruro, en donde ya no habría problema para seguir al norte.

No tuvimos muchas posibilidades de elección, así que nos lanzamos a la aventura pagando un buen dinero, casi el mismo que nos hubiera salido volver a Chile y seguir bordeando la frontera boliviana, pero usando muchas menos horas.

Cuando hablo de aventura no es broma para nada, ya que si en situaciones así, con bloqueos de carretera incluídos, si se encuentra un piquete en medio de la pista lo más lindo que te puede pasar es que dialogando los convenzas de que vas a dar la media vuelta de inmediato. Lo otro que puede suceder es que te tiren piedras bien grandes que no solo dañen el coche, sino que atraviesen el cristal y salgas bastante mal parado. Sin embargo, ¿estamos de aventura o no?

Fue así como entre unos cuantos decidimos continuar el viaje sin salir del país mientras otros decidieron dar marcha atrás. Gracias a los guías y su conocimiento de las carreteras, fuimos avanzando sin problemas.

En uno de los pueblos que paramos para comer algo encontramos algo muy especial. Se estaban celebrando unas fiestas populares que, para un turista, resultaban tan pintorescas como extraña para los lugareños nuestra presencia.


Hay que pensar que era un pueblo perdido en medio de carreteras solo conocidas por sus gentes, por los habitantes de la zona, es decir, totalmente ajenas a los típicos lugares que un clásico turista ha de visitar.

Ciertamente fue una gratísima e inesperada situación. Una sorpresa impredecible que nos posibilitó disfrutar y apreciar la música del lugar, sus bailes tradicionales, la colorida vestimenta de, particularmente, las mujeres... Esto era algo que quería disfrutar de Bolivia y lo encontré sin buscarlo. Un nuevo golpe de suerte vino a visitarme en América.

Aparte, nuestra presencia fue la indiscutible nota llamativa de la fiesta, y pese a ser tan distintos en todos los sentidos a los participantes, el trato que recibimos fue...inmejorable:





Desde aquí a Oruro ya pudimos continuar por la ruta principal gracias a que en el mismo pueblo, Asunta, nos confirmaron que se había producido una tregua en el bloqueo tras una de las múltiples reuniones que se estaban teniendo entre las distintas autoridades para solucionar el conflicto.

Tan solo un par de paradas más en otros tantos pueblos


que nos iban posibilitando el ir conociendo poco a poco la Bolivia rural y sus inconfundibles gentes,



finalmente, al atardecer, llegamos a Oruro.


1 comentario:

  1. Últimamente el salar de Uyuni me persigue... ¿será una señal sobre cuál será mi próximo destino? ¡¡Ojalá!! Un abrazo enorme desde la isla picuda!

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